Una preocupación reciente en la sociedad limeña ha sido la planificación de la ciudad. Anteriormente ignorada, hoy pareciera que los limeños y limeñas reclamaran a sus autoridades decisiones que se basen en un planeamiento estratégico. La efervescencia ciudadana en los asuntos urbanos se pone en evidencia al incrementarse la exigencia y demanda por mejores servicios públicos y acciones que redunden en una mejor calidad de vida.
Un gran ejemplo de esto es la organización de los estudiantes de Arquitectura de diez universidades de Lima en la –aún jovencísima– Udeal. Este grupo de muchachos encontró que los principios de planificación –que son el corazón de las políticas urbanas y que se les enseñan en sus respectivas facultades– no estarían siendo considerados en la gestión urbana actual. Es por ello que, sin necesidad de mayor experiencia, dan nacimiento –seguro sin proponérselo– a un Nuevo Movimiento Social, cuyas acciones son claras expresiones del ejercicio político de la ciudadanía.
No, ellos no están haciendo política partidaria, pero sí están haciendo política y, en particular, política urbana. Su reacción organizada ante un escenario que atañe al colectivo y no solo en respuesta a una afectación individual es lo que diferencia a este movimiento de otros colectivos. Su rol en generar reflexión en torno a la planificación de la ciudad, sus cuestionamientos a determinados proyectos urbanos y su capacidad de organización –que irán perfeccionando al plantear la defensa de temas aún más cercanos a la ciudadanía– son factores para la consolidación de un colectivo que, más pronto que tarde, deberá dar el salto de la propuesta a la acción.
Dejarán de ser simples usuarios de servicios públicos y receptores de las políticas urbanas para convertirse en los hacedores de dichas políticas.
Es decir, conforme el movimiento madure, sus miembros se darán cuenta de que ellos también deben ingresar a la cancha donde se toman las decisiones.
En su crecimiento profesional, estos jóvenes ocuparán puestos de trabajo en organizaciones, empresas y, especialmente, en el sector público, y –en unos años más– serán la nueva generación de gerentes municipales, directivos y también autoridades. Una generación fundada en la certeza de que la ciudad debe ser planificada es una buena noticia. Lima, más que nunca, tiene la esperanza de ser transformada en una ciudad mejor.
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