Todos miramos con impotencia cómo el incendio consumía la galería y acababa con las vidas de cuatro personas en una agonía larga y dolorosa pues sabían que nada podían hacer mas que sentarse a esperar su muerte. Todos hemos escuchado las palabras de despedida y desesperación de los chicos al llamar a sus familiares: pidiendo ayuda, buscando no perder las esperanzas, sabiendo que ya no hay nada más que hacer, clamando por sus seres queridos, por su bebé.
Este incendio causado por la informalidad de unos empresarios carroñeros y unos jefes abusivos así como por la ausencia de control por parte de la Municipalidad de Lima es un ejemplo que acumula todos nuestros defectos: el desinterés, la pendejada, la falta de autoridad y, sobre todo, la deshumanización.
Cuando un “empresario” forma una empresa solo para cumplir el requisito, eso significa el fracaso de las políticas de promoción de la inversión privada y las pequeñas y medianas empresas. Ese es el emprendedor peruano del que tan orgullosos nos sentimos. Cuando un jefe encierra a sus trabajadores con llave en un container y les da pésimas condiciones de trabajo. Eso es esclavitud. Cuando un adolescente no va a la escuela para trabajar y muere quemado por la informalidad. Eso es una vergüenza; nos expone como la sociedad que somos: desigual, injusta, egoísta y poco solidaria.
Aquellos que insisten en que son los ciudadanos los responsables por aceptar trabajos en pésimas condiciones, son los mismos que creen que la fiscalización laboral y las licencias de Defensa Civil son trabas a la inversión. Esto es despreciar la vida de los demás. Cuando una persona acepta trabajar en condiciones inhumanas es porque no tiene condiciones para vivir humanamente. Eso es pobreza. Cuando unos bomberos en medio de la atención de la emergencia deben pedir refuerzos de bebidas y comida a las empresas. Eso es abandono. Cuando una autoridad no tiene plan de acción y fracasa en ejercer el control urbano y además le echa la culpa a otros de su ineficacia. Eso es descaro.
Mañana esta tragedia se olvidará y volverá a pasar lo mismo. Una vez más veremos a otros peruanos morir quemados y sacar los brazos pidiendo auxilio, llamar por teléfono para despedirse, todo en vivo y en directo. Yo me pregunto, llena de bronca y desesperanza: ¿qué es lo que tiene que pasar para que dejemos de ser una ciudad de mierda?
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