22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

“Los que se manifiestan a favor del tercer carril utilizan argumentos que se sustentan en una premisa errónea: beneficiar a la mayoría”.

Urbanista

Pocas veces se ha visto una organización espontánea tan aguerrida como la de los ciudadanos que han decidido salvar la Costa Verde, cueste lo que cueste. Lo que distingue a este grupo es el carácter de lo que buscan proteger: un espacio público. Eso, de por sí, es casi una novedad en una ciudad como esta, en la que el ciudadano suele reclamar por lo que considera suyo, mas no por lo que considera de todos.

Los involucrados provienen de distintos sectores. Hay deportistas –tablistas y corredores–, usuarios de los espacios públicos que ofrece la bahía de Lima, que se bañan en sus playas y disfrutan de su paisaje. Hay también especialistas marinos y arquitectos que reconocen la importancia de la Costa Verde como destino en Lima Metropolitana. Las razones por las que se oponen a la construcción del tercer carril tienen que ver, principalmente, con la inseguridad vial para deportistas y peatones –cuyo riesgo de sufrir un atropello se ha incrementado–, con la afectación a la corriente marina y las olas, y con la falta de visión con respecto a su futuro.

Los que se manifiestan a favor del tercer carril utilizan argumentos que se sustentan en una premisa errónea: hay que beneficiar a la mayoría (conductores de autos) sobre la minoría (ciudadanos usuarios de las playas y espacios públicos de la Costa Verde). Esto es equivocado, pues asumen que son la mayoría de limeños los que se movilizan en auto privado, una afirmación que no podría estar más lejos de la verdad.

De hecho, según la actualización del Plan Maestro de Transportes para Lima y Callao, solo un 15% de viajes diarios se realiza en auto privado y un 2.6% en taxi. La gran mayoría se mueve en transporte público y casi el 25% de los 26 millones de viajes diarios son peatonales. Tiene sentido, entonces, invertir fuertemente en mejorar las condiciones en las que se mueven los usuarios del transporte público y en proveer de espacios públicos de calidad a los millones que caminamos.

La Costa Verde demuestra la absurda prioridad que se le da al auto privado. Resulta terrible que, en favor de la fluidez vehicular, se prefiera renunciar a un espacio público emblemático de la ciudad. Una solución temporal es convertir el tercer carril en un espacio peatonal, a la vez que se resuelven los problemas puntuales que afectan la vialidad de autos, ciclistas y peatones. Pero eso sí, lo ideal será que dejemos de ver a la Costa Verde como una vía rápida para los autos y la reconozcamos como lo que es: nuestra Costa Verde, un espacio para disfrutar.


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