“¿Cuándo tendrás hijos?”, le preguntan a Manuela. Ella tiene 34 años y sus papás y hermanos la fastidian. Le dicen que “se le pasa el tren”, que debe apurarse para ser mamá.
La verdad es que Manuela y José, su esposo, aún no quieren tener hijos. No sienten esa necesidad que otros amigos suyos sí han experimentado. Como Flor, por ejemplo, que, a sus 29 años, sentía que llegaba a casa después del trabajo y que le faltaba algo. “Estaba sola. Meses después tuve a mi hijita y supe que ella era lo que me hacía falta”, cuenta Flor.
O como Rodolfo, 37 años, que apuró la paternidad para no ser un papá “abuelo”. “Imagínate si espero a los 40 o 45, cuando mi hijo tenga 15 yo tendré 55 o 60, un adulto mayor”, bromea.
¿Es una obligación tener hijos? No. ¿Hay que ceder a la presión social? No. Cada quien decide cuándo asumir esa gran responsabilidad.
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