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"Llegué a justificar la causa de Escobar"

“Comparto algunas cosas con Pablo Escobar: no nos gusta madrugar, nos gusta la música clásica, nos gustan los toros (y lo digo sin pena), no nos gustan los caballos y comemos mucho”, dice Andrés Parra, ‘el patrón del mal’.

Foto: Nancy Dueñas.
Foto: Nancy Dueñas.

Andrés Parra,Actor
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

Andrés Parra, famoso actor colombiano por su interpretación de Pablo Escobar en El patrón del mal, participará en El elefante desaparecido, la nueva película de Javier Fuentes León, el mismo de Contracorriente. Aprovechando su estadía en Lima, conversamos con Parra.

¿Crecer en Bogotá fue determinante para tu vocación?
No. Yo estaba predestinado a ser actor. A los ocho años descubrí que la actuación existía: fui a la iglesia del colegio y estaban ensayando una obra de teatro. Literalmente, me estrellé, pues, hasta entonces, yo no sabía que eso se podía hacer. Por ejemplo, pensaba que lo que sucedía en la TV era verdad. Había una necesidad íntima en mí por la actuación: era el cuarto y el último de los hijos, llegué diez años después del tercero; mi papá se fue a vivir a su finca y nos dejó con mi mamá, entonces, buscaba un lugar donde poder ser yo, y fue en el escenario.

¿Eres hechura de tu madre?
Sí, y con mucho orgullo. Mis padres tomaron muy bien mi vocación. No tuve que pelear con nadie por perseguirla… solo conmigo (ríe). Siempre he sido bastante melodramático, soy un ‘drama queen’ (risas). Andaba inventándome mundos, creando historias… actuando.

¿Te costó decir “seré actor”?
No, pero luchaba con los demonios de la pereza, de la lectura, de la gordura, de todo lo que me tocaba estudiar. La gente piensa que estudiar teatro es facilísimo… yo también (ríe), pero tenía un horario militar, desgastante.

Haces cine, teatro y televisión…
Me gusta todo. Si yo pudiera hacer en un solo año cine, teatro y televisión, cada uno en un tiempo prudente, sería feliz, pero hoy hago poquito cine, casi nada de teatro y mucha televisión, pero, créeme, la gozo.

¿Has aceptado papeles en la TV porque ‘paga más’?
Todavía no he hecho nada solo por dinero. Siempre ha sido más importante pasarla bien, estar contento y tranquilo. Cuando siento que voy a aceptar algo por dinero se me prende una alarma y me digo, como Raphael, “ese no soy yo” (risas), y no lo hago. Afortunadamente, no me ha faltado el trabajo. Ahora, es verdad que la TV es la única industria escénica que da dinero; el cine aún no, y en el teatro uno sale a deber (risas).

¿Te exiges lo mismo en la tele y en el teatro?
Depende (ríe). El personaje más exigente que me ha tocado representar es el de Pablo Escobar… y era para la televisión, y he hecho obras de teatro donde apenas me aprendí la letra pero, igual, todo salió muy bien.

A propósito, hiciste El hombre almohada…
Uy, sí, y allí conocí a Salvador del Solar, quien la hizo en el Perú. Es ‘la gran obra’ de teatro que he hecho, es lo máximo, me encantó, es una delicia. Yo ya me eché a todos los clásicos, pero ya no me gustan, hoy prefiero las obras pequeñas, hechas en espacios reducidos como un comedor, con cuatro actores y a las que asistan unas diez personas, todas sentadas en el comedor, tan cerca que podrían oler al actor, oír sus susurros.

Haciendo personajes como Escobar, ¿uno llega a entender al referente real?
Me pasó: me acostaba defendiendo su causa, justificándola, pero también llegué a detestarlo. Escobar es muy tramposo. Por eso, uno debe desapasionarse, y yo encontré una forma de alejarme: solo me concentré en mi parte del guion, no leí nada más pero, igual, pasé por momentos duros como ‘ordenar’ la muerte del periodista Guillermo Cano. Al día siguiente no podía levantarme, detesté el momento, entonces, me senté y me dije: “Tranquilo, no puedes tomar partido”. Hubo un momento de apasionamiento de la gente con el personaje de Escobar, pero la misma serie se encargó de voltear esta imagen.

Compartes algo con Escobar: ambos son hechura de su madre…
(Ríe). También compartimos otras cosas: no nos gusta madrugar, nos gusta la música clásica, nos gustan los toros y no nos da pena decirlo, no nos gustan los caballos y comemos mucho.

El personaje de Escobar ha trascendido la pantalla…
Me parece muy loco, delirante, por ejemplo, si uno le habla a la gente de Escobar su referente será la serie, no el de la realidad. Más que peligroso, esto es ‘crazy’, raro.

Vargas Llosa escribió sobre la serie…
Me gustó mucho su artículo, hizo una buena lectura de la serie y da en el punto: el problema no es la serie, lo jodido es lo que pasó en Colombia.

¿Viste Contracorriente?
Me encantó. Me gustó mucho el tema –el de una pareja homosexual– y que se hable libremente de él. Por eso, le tengo mucha confianza a Javier Fuentes León, el director de Contracorriente y, ahora, de El elefante desaparecido, pues le dije “sí” antes de haber leído el guion y sin tener mucho tiempo libre en mi agenda (ríe). Y estoy más contento porque me acabo de enterar que Salvador del Solar, mi gran amigo, un ser humano maravilloso, también estará en la película.

AUTOFICHA

- Actué en El amor en los tiempos del cólera… me pagaron casi nada (ríe). En Latinoamérica, la única industria escénica donde se puede hablar de dinero es la TV.

- Nací en Cali, prefiero Bogotá. A García Márquez, un costeño, no le gusta Bogotá, pero a los bogotanos tampoco les gustan los costeños (ríe).

- En la producción de El patrón… hubo tres víctimas directas de Escobar: el hijo y la nieta de Guillermo Cano, y Juana Uribe, sobrina de Galán, candidato asesinado.


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