“En Lima caminamos sobre mucha historia”, nos dice Gonzalo Torres, actor que alcanzó la fama en la serie Pataclaun. Hoy dirige un programa de radio –Mañana maldita, de lunes a viernes, de 6 a.m. a 10 a.m., en Planeta, 107.7 FM–, conduce un programa de televisión –A la vuelta de la esquina, todos los jueves 10:30 p.m.,en Plus TV– y protagoniza Los mataviejas, obra teatral que se presenta, de jueves a martes, a las 8 p.m., en el Teatro Pirandello (cuadra 10 de Petit Thouars, Lima). Como conductor de A la vuelta de la esquina ha tenido el privilegio de recorrer los espacios más entrañables –conocidos y desconocidos– de Lima, urbe querida y odiada a la vez, que mañana cumple 480 años de fundada. Sobre esta ciudad y sus espacios va esta conversación.
¿Recuerdas cómo eran tus recorridos por Lima cuando eras joven?
Cuando estaba en el colegio, por desconocimiento, ir al Centro de Lima era un desastre. Lo que pasa es que, por distintos fenómenos, los limeños fuimos ‘expulsados’ del Centro y fuimos formando guetos cada vez más alejados, y nuestro regreso al ‘epicentro’ ha sido gradual. Lima se ha ido, poco a poco, recuperando. Falta mucho, claro está, pero esta ciudad tiene un gran poder de mutación. Pocas ciudades tienen lo que nosotros…
Qué, por ejemplo…
Una cantidad inmensa de patrimonio e historia. Y todo ello son oportunidades. Pensemos en Santiago, Bogotá, Buenos Aires, ciudades atractivas, pero nuestra riqueza histórica las supera. Pocos sitios en el mundo presentan, en un solo espacio, lugares arqueológicos prehispánicos, coloniales y republicanos. A esto hay que agregarle algo más: somos una ciudad con mar, con una bahía preciosa. Siento que somos como aquellos que tienen un tesoro consigo y no son conscientes de él sino hasta que un tercero viene y se los hace notar: “Eso que tienes es hermoso”. Felizmente, aunque sea así, estamos aprendiendo a valorar lo que tenemos.
Eres músico y creciste en los 80, cuando una banda ‘subte’, Leusemia, tenía una canción, Astalculo, donde se gritaba: “Lima es basura, Lima da asco, Lima morirá”…
Era la visión que teníamos en los 80, y que se conservó aun en los 90, cuando toqué en los Nosequién y los Nosecuántos. Pero en esa época también apareció la canción La esquina es la misma, de Zcuela Crrada, que acaba de versionar y actualizar Cementerio Club. En esa canción se habla de la Lima de barrio, de corazón punk… ese corazón punk que se ha reconciliado con esta ciudad, pues en el video del remake de la canción sale Raúl ‘Montaña’, quien compuso Astalculo, de Leusemia. Esto es interesante porque con Lima siempre tenemos una relación amor-odio. Nos molestamos con ella, pero nos jalan la esquina, el huarique, la unidad escolar, etc.
¿Qué otras particularidades entrañables le encuentras a Lima?
A pesar de la modernidad, Lima no ha podido ser destrozada, es una ciudad que ha resistido los embates del tiempo, los terremotos, la guerra, sus propios habitantes y autoridades. Raúl Porras Barrenechea decía: “De los temblores, urbanistas y alcaldes, líbranos Señor”. Si te pones a pensar, Lima debería estar destruida, pero no, está acá, moderna e histórica a la vez.
Lima es mestiza, migrante, con mucho limeño de “primera generación”. ¿Sientes que este limeño quiere a su ciudad?
Sí. Mira, los padres de estos llegaron a la ciudad y forjaron su historia de vida, entonces su vínculo con esta geografía es innegable, la sienten como suya, pues Lima entra, inevitablemente, en uno.
Diriges A la vuelta de la esquina, un programa dedicado a Lima. ¿Cuánto te ayudó a valorar la ciudad?
El programa me hizo mirarla con otros ojos. Mi relación con Lima era de indiferencia. Como a mí me pasaba antes, mucha gente mantiene este vínculo con ella. Por eso, hicimos ese programa así, para que la gente la conozca y, de esta manera, poco a poco, deje su indiferencia y construya una imagen de su ciudad y se comprometa con ella.
Solo se quiere lo que se conoce…
Primero, me interesa que la gente tenga una opinión sobre su ciudad, lo de quererla vendrá, si se da, después; lo peor es ser indiferente. Y claro, si luego la quieres, la recuperarás, la conservarás, te preocuparás por su futuro.
¿Te has convertido en un guía especializado de la ciudad?
Totalmente. Mi familia me llama y me dice: “Va a venir fulanito, ¿le puedes hacer un tour?”. Lo mismo pasa con la gente del colegio de mi hijo, y yo encantado de hacerlo. Además, tengo la ventaja de los contactos, eso me permite ingresar a espacios a donde no se le permite el ingreso al común de los mortales (ríe). Me gusta mostrar la ciudad, no solo en la televisión sino en vivo.
¿Qué lugares te gusta visitar?
Me gusta pasear por el cementerio –y museo– Presbítero Maestro. Recorriéndolo uno se encuentra con algunos de nuestros notables, con varios de nuestros héroes, y en esa ruta reconocemos que vivimos etapas de bonanza –como la del guano–, que permitió que se construyesen allí verdaderos monumentos arquitectónicos. Repito, en Lima caminamos sobre mucha historia. Si bien Pizarro fundó Lima, lo hizo sobre un espacio antes ocupado por culturas precolombinas, culturas que, por ejemplo, establecieron un trazado que Lima aún conserva: un ejemplo, el jirón Quilca, un camino diagonal que no cuadra con el trazado recto de los españoles. A pesar de esto, se respetó y se usa hasta hoy. El Paseo de la República es un camino prehispánico que conducía desde la bocatoma del Rímac, en el Palacio de Taulichusco, hasta Armatambo, en Chorrillos. Ese trazado se conserva, hay una continuidad en su uso: fue camino real inca, luego ruta de calesas de virreyes, después vía de un tren hacia Chorrillos, y hoy un zanjón para autos y para el Metropolitano.
¿Qué te gusta de la Lima de hoy?
Me gusta el Parque de la Amistad (Surco), porque, como Lima, es un collage, y ha terminado convirtiéndose en espacio de encuentro para los vecinos… esto le falta a Lima. Y también me gusta que se le dé un uso ciudadano a lugares solemnes como el Parque Reducto N° 2.
AUTOFICHA
■ “Yo soy limeño, pero toda mi familia es chalaca. Todos somos del Boys, pero me siento limeño. Crecí en San Isidro, en la calle Flora Tristán. Mi barrio tenía una bodega, farmacia, lechero, ropavejero, afilador y más”.
■ “Mi etapa escolar estuvo marcada por la violencia y el miedo. Eran los años 80. Mi padre, quien es arquitecto, me llevaba a recorrer la ciudad y sus extremos. Él me enseñó a leerla”.
■ “Por distintos fenómenos, los limeños fuimos ‘expulsados’ del Centro y fuimos formando guetos cada vez más alejados, y nuestro regreso al ‘epicentro’ ha sido gradual. Lima se ha ido, poco a poco, recuperando”.
Por Gonzalo Pajares (gpajares@peru21.com)
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