Lucía de Althaus,Opina.21
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Tomás, de cuatro años, está desarrollando muchos miedos como respuesta a una prematura y conflictiva separación de sus padres. Imagina constantemente a un monstruo que lo va a matar. El padre intenta ayudarlo diciéndole que él es Ironman y siempre va a ganarle al monstruo. El niño, mientras está con el papá, se siente tranquilo. Sin embargo, cuando está con la madre o cuando se va solo al nido, ¿quién lo defenderá? La angustia va en aumento porque, para el niño, el monstruo es cada vez más real y se siente cada vez más indefenso frente a él.
Si bien meternos en la imaginación de los chicos nos permite entender mejor su mundo, se hace necesario muchas veces romper las fantasías e intentar explicar cómo funciona la realidad. Asegurar que los monstruos no existen es necesario, a pesar de que no garantiza que se extinga el miedo. Pero hacerlo así supone empezar a comprender a qué le tiene miedo, qué hay detrás del monstruo, qué necesita para sentirse más seguro. Este niño necesita hablar sobre lo que ha sucedido con su familia y esa es la forma de sentirse acompañado en este doloroso momento.
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