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"Hacer una buena pintura es algo bastante difícil"

“Me operaron del corazón. El médico me dijo que me iba a deprimir. Entre la lectura de Oe y observar la naturaleza, salí de la depresión”, nos dice Shinki.

Foto: Rochi León.
Foto: Rochi León.

Venancio Shinki,Pintor
Autor: Gonzalo Pajares
gpajares@peru21.com

En su más de medio siglo como artista, Venancio Shinki se ha convertido en uno de los maestros de la pintura peruana. Su obra es única, bella, compleja, y este es nuestro homenaje por sus 80 años de vida. Él participa en la Noche de Arte, evento benéfico que reúne a más de 400 artistas: Szyszlo, Tola, José Luis Carranza, Toto Fernández y otros.Las obras pueden verse desde mañana hasta el domingo en la sede principal del BBVA, en San Isidro.

Los japoneses fueron perseguidos durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo vivió esto?
Olvídese, no sabe lo duros que fueron incluso los años previos a la guerra. El Perú rompió relaciones con Japón y empezaron los ataques hacia toda familia japonesa. Pobrecitos nosotros, no se nos veía como seres humanos sino como monos: “Monos de mierda”, nos decían. Recuerdo que los japonesitos íbamos siempre juntos para podernos defender. Abusivos no faltaban. Pero incluso para los japoneses era alguien extraño, y me tiraban roche, pues mi madre era peruana. Felizmente esto duró poco.

Su padre vino como obrero, pero luego se hizo comerciante. ¿Perdió su patrimonio durante la guerra?
Él tenía una bodega y un restaurante en la hacienda Llamachupán, que está por Pativilca. Cuando la cosa estaba complicándose, fue convocado por un amigo, un japonés muy fino y culto, quien estaba al tanto de lo que sucedía en el Perú y Japón. Él le dijo a mi padre: “Hay una lista negra de japoneses a quienes quieren enviar al campo de concentración. Quizás no estés allí, pero como eres comerciante eres sospechoso. Más vale que seas anónimo”. Mi padre vendió su negocio y tuvo que esconderse. Se refugió en las casas de sus clientes, los chacareros; iba de casa en casa, pobrecito.

Dígame, ¿aprendió a escribir en japonés?
Le voy a contar una anécdota. Mi padre estaba muy delicado por este andar de casa en casa. Un día veo que se acercaba a mi casa una persona de cabello largo, que apenas podía caminar. Reconocí a mi padre y gritando y corriendo como loco llegué hasta él. “¿Qué quieres”, le dije. “Agua”, respondió. Estaba muy enfermo. Entonces, le escribí una carta al capo de la colonia japonesa pidiéndole ayuda pues mi padre estaba muy enfermo. La carta estaba en japonés y conmovió al capo, quien se las mostró a todos los japoneses de San Nicolás. “Miren lo que este niño ha hecho por su padre”. Sí, yo escribía en japonés.

¿Recuerda cuándo empezó a pintar?
Fue en el colegio de la hacienda San Nicolás. Los libros nos llegaban desde Japón. Y dentro de los útiles había crayolas, pinceles, tinta, cuadernos. Me llegó un libro que se llamaba ‘Artes y manualidades’. Cuando empecé a hojearlo, y al ver el origami y los dibujos por colorear, me dije: “Esto es”.

Su madre murió cuando tenía 14 años. ¿Qué lo decidió a convertirse en artista?
Yo era empleado de mi tío Teófilo Tello en su hacienda de Huando. Entonces, el capo de la colonia japonesa me llamó y me dijo: “¿Qué quieres hacer?”. “Estudiar”. “Ya, pero también tienes que trabajar”. “No le tengo miedo al trabajo”. Así me trajeron a Lima, a trabajar con el señor Umezaki, quien tenía una cadena de tiendas fotográficas. Me acogió en su casa y me enseñó la profesión de la fotografía: tomaba fotos, revelaba, retocaba. Me volví experto en fotografía de matrimonios. Antes, las parejas pasaban del cura al estudio fotográfico (risas). Si me hubiera dado cuenta de que la fotografía era arte, me quedaba en ella (risas). Pero gracias a ella conocí el poder de la luz, de la iluminación. Un día, revisando una revista de fotografías, vi un rostro y me dije: “¡Qué buena fotografía. Este sí sabe de luz!”. Pero en los créditos leí: “Oleo de…”. Allí me dije: “Si hay alguien que pinta como si fuera un retrato, yo quiero aprender a pintar”. Allí decidí ingresar a la Escuela Nacional de Bellas Artes.

¿Reconoce que es un pintor distinto porque lo oriental está presente en su pintura?
Yo quería ser retratista, pero en Bellas Artes los profesores me dijeron: “Puedes ser un buen retratista y ganar mucho dinero tocándole la vanidad a tus retratados. Pero la pintura no es eso”. Allí exploré dentro de mí. No hay que copiar, hay que interpretar, hay que ser auténtico. Yo quiero hacer una buena pintura, algo muy difícil. Los pintores serios firmamos un cuadro cuando ya no damos más, pues no somos ángeles o genios para alcanzar la perfección. Si algo no me gusta, lo rompo. ¡Dios mío, cuántas telas he botado!Y sobre mi orientalismo, gracias a Juan Acha, gran crítico y mejor amigo, entendí que no hay que forzar las cosas, que estas deben emerger espontáneamente. Lección aprendida hasta hoy.

Allí encontró su estilo…
Sí, pero hay gente que me copia. Un día me encontré con uno de ellos, pero lo vi tan flaco, con tan mala traza, que me dije: “Necesita comer”. Pero está en un camino erróneo. Debe abrir su corazón y sacar sus propias cosas.

AUTOFICHA

- Mi papá era de Hiroshima; mi mamá, de Wari. Mi padre llegó en 1915. Nací en 1932. Mi papá murió cuando yo tenía nueve años; mi mamá cuando tenía 14.

- Crecí en la hacienda San Nicolás (Supe). Mi madre era quechua hablante. Mi padre era machista; mi madre, que lo amaba, era su sombra.

- Debo estar loco. Cuando me operaron del corazón le hablaba a los árboles: “¡Quién como ustedes, que no se enferman!”. Pero observar su fuerza hizo que volviera a pintar.


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