Aldo Mariátegui,Ensayos impopulares
No estuvo del todo mal el discurso de Humala. Habría preferido una soflama para encender los espíritus de los empresarios, pero la oratoria no es para nada su punto fuerte. Y habría preferido también que sea mucho más audaz y se lance a medidas atrevidas para estimular la demanda en estos tiempos de enfriamiento económico, como rebajar hasta diciembre el impuesto a la renta a los trabajadores de quinta categoría a 10% flat para los tramos que están entre 15% y 21%. Como bajar el ISC a los combustibles por un semestre. Como disminuir –también temporalmente– el IGV en un par de puntos. Como establecer en un definitivo 15% flat la tasa del impuesto a la renta solo para la manufactura no primaria (eso ayuda a la industrialización mucho más que cien planes). Pero el MEF siempre será un cajero excesivamente temeroso y jamás le sugerirá al lego Humala que tome medidas así de osadas. Sin embargo, si el Estado no sabe impulsar el gasto público y tiene las arcas llenas, pues que nos devuelvan algo de dinero a los contribuyentes para que el sector privado consuma e invierta lo que no hace el fisco.
Dicho esto, nadie se puede oponer a que se suba medio punto del PBI el presupuesto educativo, se contrate 30 mil policías más, se compren 24 helicópteros, se den algunos aumentos públicos, se amplíe el espectro de obras por impuestos, se aumente la depreciación en construcción, se permita el ingreso de inversión privada en la electricidad estatal (pero 20% es muy poco, debería ser 100%) o que se recentralicen algunas funciones de las regiones. Pero el discurso del presidente no fue el shock de optimismo esperado.
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