Lucía de Althaus,Opina.21
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Los retrocesos que presentan los niños durante su desarrollo nos aterran. Entramos en pánico si luego de seis meses de haber dejado el pañal, el niño empieza a hacerse la pila en el calzoncillo o cuando una niña que ya estaba adaptada al nido, empieza a llorar nuevamente al despedirse de mamá. Es tan frustrante creer que todos nuestros esfuerzos y logros se han ido al agua que reaccionamos mal: gritamos, amenazamos, castigamos, damos sermones que solo consiguen afianzar mas la conducta en regresión.
Pero los retrocesos o estancamientos ocurren en todos los entrenamientos de la vida. Para correr una maratón, por ejemplo, ocurren lesiones o enfermedades que nos hacen parar de entrenar. Creemos que ya nunca vamos a llegar a la meta y que vamos a tener que empezar de cero. Pero si con paciencia se espera, se descansa, se deja que la lesión se recomponga, nos llenamos de ganas y energías para retomar el entrenamiento donde lo dejamos. Lo mismo pasa en el entrenamiento de la vida: el niño necesita que lo esperemos con paciencia, con la confianza de que se van a sobreponer para retomar su crecimiento con mas fuerza y seguridad.
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