El Perú ha venido creciendo en los últimos 15 años. Los últimos tres gobiernos, unos más que otros, han logrado que el Perú genere riqueza, atraiga inversión y se generen empleos y, por lo tanto, que la pobreza disminuya.
Sí, en el Perú hay cada vez menos pobres. Debemos continuar en ese camino, pero a una mayor velocidad. A los pobres del Perú no les podemos pedir que sufran pacientemente la ineficacia de los gobiernos.
En los últimos cinco años, el gobierno le ha metido un frenazo al crecimiento. Lo explican casi exclusivamente por la crisis internacional y la desaceleración del crecimiento chino. Algo de cierto hay en ello, pero hay también una gran dosis de ineficiencia, mala gestión, desorientación y falta de convicción en un modelo probadamente exitoso. La inversión se asustó.
Los programas sociales tienen la virtud de mejorar en lo inmediato la calidad de vida de los peruanos más vulnerables. Hay que mantener y mejorar esos programas, pero no son sostenibles como medio para eliminar pobreza. Mientras se alivian necesidades con programas sociales y subsidios, hay que realizar las reformas necesarias para que los peruanos podamos generar nuestros propios ingresos a través del trabajo.
El nuevo gobierno tiene que generar en los inversionistas, tanto nacionales como extranjeros, la confianza –necesaria– de que su inversión será respetada dentro de un marco legal predecible. La única manera de crear puestos de trabajo es que haya una inversión que lo genere, no hay otra. Se paraliza la inversión, se paraliza el empleo, se paraliza el país.
Mejorar la administración de justicia, enfrentar profesionalmente la inseguridad, construir infraestructura y ofrecer educación y salud de calidad son temas fundamentales para que los peruanos volvamos a sentir que hay un futuro. Al votar pensemos quién lo puede lograr.
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