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Opinión

Después de más de 50 días de revueltas en Arequipa, de ver a una turba con la cara escondida en trapos lanzar huaracazos a la Policía, de ver cómo se bloqueaban carreteras impunemente, de ver cómo destrozaban la propiedad privada y pública, después de muertos y heridos, el presidente salió a dar su mensaje a la nación para fijar posición y apaciguar a una turba que ya controlaba la situación. Salió el presidente frente a cámaras, sin convicción ni liderazgo, atemorizado, a “mal leer” unas palabras que nos dejaron con una sensación de estar indefensos. Poco le faltó para terminar implorando: “Que Dios nos ayude”.

No dijo qué iba a hacer, dijo lo que no iba a hacer. No se iba a suspender Tía María porque sería ilegal y nos exponía a una denuncia en el CIADI, no anunció estado de emergencia. No dijo qué haría el gobierno, solo invocó, exhortó y, eso sí, demandó a la empresa a solucionar el problema. Como lo mencionó Jorge Morelli, salió a decir en otras palabras: ¡Que gobierne la empresa!

En cualquier país con autoridad, apenas iniciada la violencia, se toman acciones y no se espera a que estemos ardiendo para salir a decir que no se hará nada. Para algo existe el toque de queda y el estado de emergencia: la ley. Lo que es difícil de aceptar es que el Estado de derecho ha perdido la batalla. Lamentablemente, los antimineros ganaron y está dentro de su agenda estirar lo más que puedan el conflicto para ganar más espacio hacia las próximas elecciones. Así lo harán, con violencia, mientras el Estado se los permita.

A diferencia del cuento, acá no quieren matar a la gallina de los huevos de oro para sacarle de una vez todos los huevos que llevaría adentro; acá, los antimineros quieren matarla para que simplemente no ponga más huevos, ni en Tía María ni en cualquier otra parte.

Necesitamos más de esos huevos de oro, nos hacen falta, solo con ellos podremos seguir reduciendo la pobreza en nuestro país.

Eduardo Ferreyros
eduardoferreyros@gmail.com


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