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Opinión

Para los gerontosocialistas, nuestra bonanza económica reside en tres componentes: altos precios de las materias primas, explotación de las clases obreras e injusta distribución de los ingresos.

Juan José Garrido,La opinión del director
Para los gerontosocialistas, nuestra bonanza económica reside en tres componentes: altos precios de las materias primas, explotación de las clases obreras e injusta distribución de los ingresos. En esta lectura son los poderes fácticos (léase conglomerados empresariales) los que soportan el frágil modelo, llamado a detonar cuando la economía se desacelere y el sistema entre en crisis. Suena coherente y algo de verdad protege sus preposiciones; efectivamente, los precios de los commodities están altos si observamos la década pasada. Llama la atención, sin embargo, que los gerontosocialistas pasen por alto que, desde los tiempos del angustiado Carlos Marx, los vaticinios de la “crisis del capitalismo” sostengan lo mismo. Exactamente lo mismo.

Hace cerca de 150 años que presagian la caída del sistema capitalista y, sin embargo, cada decenio –sobre todo desde mediados del siglo pasado– mejora la calidad de vida global y regional en general (ingresos medios, expectativa de vida, alfabetización, libertades políticas e individuales, entre otras). En pocas palabras, los preceptos gerontosocialistas suenan bien y parecen francos, salvo que la conclusión es palmariamente equivocada. Y cada vez más equivocada. ¿Por qué?

En primer lugar porque las hipótesis o bien son equivocadas o no sirven para el propósito que persiguen. Veamos, por ejemplo, las materias primas. Cada etapa de bonanza dispara iguales alucinaciones sobre un futuro desabastecimiento, lo cual implica una crisis inminente. No obstante, ¿cuál es la tendencia histórica? Desde 1900 a la fecha, el índice de materias primas decae sostenidamente, y a un ritmo bastante parejo si se observa como tendencia desde los treintas. Salvo algunos picos, nada hace presagiar que ello cambiará.

Luego están los supuestos referidos a los ingresos decrecientes y la desigual distribución de los mismos. La pobreza monetaria (aunque el nombre esconda su naturaleza multidisciplinaria), tanto como la desigualdad, solo tiende a disminuir, y en mayor medida desde el derrumbe de los credos socialistas. Esto ocurre al nivel global y regional, especialmente en aquellos países que han realizado reformas de corte liberal. Nosotros somos el ejemplo perfecto de ello.

El problema central de los gerontosocialistas es doble: por un lado siguen apegados a una edificación pseudocientífica llamada “marxismo”. En El Capital, Marx sostiene –entre otros equívocos– que las unidades fundamentales del capitalismo son las materias primas, cuando cualquier teórico liberal refrendaría al conocimiento (del qué y el cómo), tanto sobre lo que concierne a la satisfacción de las necesidades humanas como a las instituciones que las protegen.

Por otro lado, los gerontosocialistas persisten en creer que la economía se sostiene en un esquema planeado (los diseñadores serían los poderes fácticos), de “suma cero”, propenso a la ingeniería social, cuando no es otra cosa que las decisiones individuales espontáneas –respecto a los intercambios– que promueven a fin de satisfacer, de la manera más eficiente, sus necesidades particulares.

En principio, esto no debiera ser más que un juego de espejos, algo tétrico pero inofensivo. Lamentablemente, nuestros gerontosocialistas impiden cualquier mejora en las instituciones y, por lo tanto, en nuestra calidad de vida. Por ello, debemos promover las reformas que integren a más peruanos en el proceso de desarrollo. El tiempo y los cambios generacionales harán el resto.


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