Juan José Garrido,La opinión del director
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Durante muchos años la sabiduría popular –e incluso parte de la academia– sostenía que la democracia era un lujo de los países desarrollados. El explosivo crecimiento en distintos países asiáticos, cuyos modelos sociales y políticos eran (son) altamente represivos, así como algunos casos latinoamericanos, sustentaba la hipótesis.
Mucho se ha escrito de la relación entre la democracia y el crecimiento económico. Pienso en las reflexiones del economista Robert Barro, quien pasó hace unos años por Lima. Desde un punto de vista netamente economicista, sus conclusiones apuntan a dos recetas distintas, dependiendo del nivel de desarrollo de una nación: para los países pobres, lo importante es que las instituciones democráticas no corran tan alejadas de las instituciones de mercado. Países con modelos económicos basados en la intervención estatal (controles, subsidios, competencia, etc.) y la redistribución temprana de ingresos han probado ser ineficientes a la hora de implementar reformas democráticas (léase, libertades sociales y políticas).
Para los países ricos, la evidencia apunta a que las demandas sociales aumentan de manera sostenida, lo que perjudica el crecimiento: protecciones y subsidios (sectores “estratégicos”, transporte, salud, educación, entre otros) afectan los incentivos a la inversión y al esfuerzo personal, lo que afecta la tasa de crecimiento. De nuevo, es la interpretación de Barro sobre la evidencia acumulada, y habrá quienes consideren estas ideas discutibles, y enhorabuena. Nada está escrito sobre piedra.
No obstante, hace pocos días, el economista Acemoglu y sus colegas han presentado nueva evidencia que identifica cuáles son los componentes democráticos que afectan positivamente al crecimiento económico. En resumen, identifican a las libertades civiles como las más importantes: libertad de expresión, discriminación, sexo, credo, entre otros.
¿Cómo estamos los peruanos en estas variables? Si sometemos al Estado Peruano a un test, observaremos que tenemos mucho (muchísimo) por avanzar. Lo curioso es que en estos temas existe una masa crítica de progresistas y liberales que comparten los mismos ideales. ¿Por qué no se avanza en puntos donde existe un consenso?
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