Varios papas no terminaron su cargo a lo largo de la historia, pero la mayoría, como Clemente I, Ponciano y Gregorio XII, dejaron el poder por conflictos políticos y teológicos.
De aferrarnos al anuncio de Benedicto XVI de que renuncia por un tema físico, el Papa alemán sería el único, junto a Celestino V, que dimite por motivos personales. ¿Se ha dado cuenta Ratzinger, tardíamente, que él es un teórico de la teología católica y que el Vaticano necesita a un hombre más pragmático, que maneje las comunicaciones y tenga carisma, como Juan Pablo II, para enfrentar los desafíos de este siglo 21 hedonista, materialista y cada vez más escéptico?
¿Será que un grupo más reformista ha ganado poder en los corredores de la Santa Sede y le ha exigido irse a sabiendas de que se elegirá a un sucesor con más mente abierta o más joven, para afrontar los retos del mundo de hoy?
No hay razones para dudar de las explicaciones del Papa, pero luego de la sala de terapia intensiva VIP de La Habana, el Vaticano es hoy el segundo mejor lugar para guardar secretos.
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