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Opinión

Aunque era un licenciado del Ejército, por lo que fue captado por Sendero Luminoso, por lo general se cuidaba de no participar directamente en las emboscadas y asesinatos. Pero sí planificaba los atentados y recibía directamente los informes.

Carlos Tapia, Opina.21
ctapia@peru21.com

Aunque era un licenciado del Ejército, por lo que fue captado por Sendero Luminoso, por lo general se cuidaba de no participar directamente en las emboscadas y asesinatos. Pero sí planificaba los atentados y recibía directamente los informes. Decidía la muerte de familias campesinas enteras a las que tildaba de “soplones”. Pero resguardaba su identidad, conocida solo por el grupo fiel al “último miembro libre del Comité Central” senderista. Se creía un dirigente “histórico”, aunque el puesto le quedaba grande. Era el Nº 17 de 19 miembros del Comité Central. En las actas del I congreso de Sendero Luminoso no se anota ninguna intervención suya.

Ante la sala que lo juzga, lloriqueando supo decir “He sido solo un dirigente político… no tengo de qué arrepentirme… no tengo que pedir perdón a nadie” y, ante el pedido de cadena perpetua, “Prefiero que me maten”; sin embargo, prefirió entregarse antes que enfrentarse a los policías que lo perseguían el día de su captura.

En realidad es un cobarde angustiado, de muy pobre calificación política y vacilante a ultranza. En el juicio repetía que solo era un dirigente político, pero que se sujetaba a la directiva del presidente ‘Gonzalo’, de no ser un arrepentido.

Eran sus mandos militares: Clay, JL, Julián, Piero, etc., los que mantenían el orden partidario, reclutaban simpatizantes y dirigían los atentados; todos ellos fueron eliminados tras un paciente trabajo de inteligencia del Frente Policial del Huallaga.

Las recompensas por su captura –un millón de soles por parte del Estado y cinco millones de dólares de los Estados Unidos– minaron aún más la voluntad de combate de sus seguidores. Luchaba por sobrevivir apareciendo en la radio y la televisión, pero ya a nadie de la zona le importaba.

Al final, entre su seguridad personal, asalariada, había quienes los fines de semana iban a Aucayacu a trabajar en sus mototaxis.


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