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Opinión

Cuando las mamás nos separamos de nuestros hijos durante un tiempo prolongado por un viaje, sentimos lo que el psicoanálisis ha nombrado con precisión: angustia de separación.

Lucía de Althaus,Opina.21
www.parentalidad.pe

Cuando las mamás nos separamos de nuestros hijos durante un tiempo prolongado por un viaje, sentimos lo que el psicoanálisis ha nombrado con precisión: angustia de separación. Es ese sentimiento de opresión en el pecho que nos convence temporalmente de que en verdad no queremos irnos de viaje y que nada tiene sentido sin nuestros “bebés” al lado. Pero es cierto también que ese sentimiento se va difuminando en la medida en que nos subimos al avión y avanzamos hacia nuestro destino planificado.

Siempre me preguntan si a los niños les afectan los viajes de los padres. Yo respondo que sí, sobre todo cuando todavía no son capaces de entender los tiempos y las distancias. La desaparición temporal de los padres desconcierta, y si se prolonga mucho, puede generar angustias, preguntas e inseguridades. Pero es cierto también que cuando ya son capaces de entender que nos vamos por un tiempo y que luego regresamos (entre los 3 y los 4 años), los viajes pueden ser buenas y necesarias experiencias tanto para los padres como para los hijos. Si es medida, la angustia de separación no es dañina.


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