Carlos Viguria
@cviguria
Los XXXI Juegos Olímpicos de Río de Janeiro son el evento deportivo más importante del año en el ámbito internacional. Sin embargo, las múltiples competencias tendrán lugar en una ciudad a la que se le critica por no estar preparada para ser la sede de un evento de tal magnitud, pues se encuentra afectada por un alto nivel de inseguridad, la temible epidemia del zika, es posible blanco de atentados terroristas y, sobre todo, enfrenta una crisis política y económica que afecta a todo el país.
El zika al acecho
En primer lugar, Brasil es el país más golpeado por el temido zika, virus que asusta al mundo. Puede ser contagiado por la picadura del mosquito Aedes aegypti y transmitido sexualmente.
A la fecha, el zika ha infectado a 66,180 personas y 1,687 bebés que nacieron con microcefalia, un trastorno asociado con la enfermedad, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El anuncio de que unos 10,500 atletas y 500 mil turistas llegarán a Río de Janeiro por las Olimpiadas llevó a que más de un centenar de científicos soliciten por escrito que los Juegos se pospongan o no se celebren por temor a la infección y propagación mundial.
En respuesta, el gobierno del presidente interino Michel Temer, la OMS y el Comité Olímpico Internacional sostienen que existe poco riesgo de contagio.
En tanto, destacados deportistas –como el golfista Jason Day, los tenistas Serena Williams y Andy Murray, los basquetbolistas Pau Gasol y Stephen Curry y el nadador Michael Phelps– han anunciado que no acudirán a la competencia por temor a contraer la enfermedad.
Blanco del yihadismo
Asimismo, un problema que atemoriza a Europa llega también a Brasil. La amenaza de ejecutarse atentados terroristas en Río aumentó cuando fueron detenidas diez personas que supuestamente estarían vinculadas al grupo radical Estado Islámico.
Según las autoridades, los miembros de Ansar al-Khilafah (Defensores de la Sharia) estaban siendo investigados desde abril y se descubrió que varios de sus integrantes hicieron un juramento de lealtad al grupo terrorista.
De la misma manera, en la ciudad donde se registran 16 homicidios por día y los enfrentamientos a mano armada entre pandillas son recurrentes en las calles, la Policía y bomberos protestan por atrasos en el pago de sus salarios.
Esta situación los ha llevado a recibir a los turistas extranjeros que llegan al aeropuerto de Río con carteles que dicen “bienvenidos al infierno”, insinuando que no estarán a salvo durante su estadía por las Olimpiadas.
Obras inconclusas
Por otro lado, con el fin de fomentar el turismo y mejorar el ornato de la ciudad, se inició la construcción de diversas obras de infraestructura, como la línea 4 del metro que uniría Ipanema y Barra da Tijuca. Sobre ella, se ha denunciado que existen varios retrasos.
Si bien el Metro se inauguró ayer, el uso, por ahora, será exclusivo para “la familia olímpica”: atletas, delegaciones y personas que cuenten con tickets de ingreso a los Juegos.
El puente Tim Maia, considerado por el alcalde Eduardo Paes como “la ruta en bicicleta más bella del mundo”, se derrumbó tras sufrir el impacto de un fuerte oleaje. El hecho causó la muerte de dos personas y dejó varios heridos. La obra había sido inaugurada en enero pasado y fue promovida como uno de los proyectos más exitosos que se dejarían tras las Olimpiadas.
En aguas contaminadas
La competencia acuática no será nada limpia, literalmente. Pese a que el ayuntamiento de Río se comprometió a reducir el 80% de las aguas residuales de la bahía de Guanabara, esto no se cumplió. El campo donde se realizarán las competencias de regatas a vela y natación recibe el agua de cloacas de 12 millones de ciudadanos a través de cientos de vertidos y más de 55 ríos.
El lugar es llamado por los biólogos brasileños como “una letrina pública”. Esto ha sido muy criticado por el equipo olímpico brasileño. La seleccionada brasileña Martina Grael declaró que sentía “vergüenza” ante sus compañeros internacionales por el estado actual de la bahía.
La situación no es mejor en la laguna Rodrigo de Freitas, el campo donde se realizarán las pruebas de remos y canotaje, y en donde se ha encontrado materia fecal. En similar situación se encuentra la barra de Tijuca, sector donde se encuentra el lago de Jacarepaguá, que rodea las instalaciones olímpicas.
Y encima de todo, la crisis
Con los Juegos Panamericanos (2013) y el Mundial de Fútbol (2014), las Olimpiadas de Río de Janeiro son el tercer evento deportivo que Brasil acoge en tres años. Esta competencia se lleva a cabo en un país afectado por dos años de recesión y con un alto nivel de desempleo, que genera que los brasileños no se encuentren satisfechos con su gobierno.
A ello se suma la crisis política ocurrida tras las investigaciones que revelaron una trama de corrupción en la estatal Petrobras, que involucró a grandes empresas constructoras y a varios políticos, entre ellos el ex presidente del Brasil Luiz Inácio Lula da Silva.
A ello se suma la suspensión de la presidenta Dilma Rousseff para afrontar un juicio político por acusaciones de realizar maniobras tributarias para falsear déficits fiscales en 2014 y 2015, lo que afectó aún más la imagen del gobierno.
La situación bajo la gestión interina de Michel Temer no ha contribuido a mejorar la confianza, ya que varios miembros de su gabinete estarían involucrados también en el caso Petrobras.
En un país en donde el 60% de los ciudadanos considera que las Olimpiadas traerán más perjuicios que beneficios, según una encuesta publicada por el instituto Ibope, Brasil estará bajo la atención del mundo, no precisamente por los resultados de las competencias sino por lo que podría ocurrir fuera de ellas.
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