El Gobierno de Siria y sus opositores, reunidos por primera vez, expresaron airadamente su mutua hostilidad el miércoles en una conferencia de paz organizada por la ONU donde las potencias mundiales también ofrecieron visiones diferentes sobre una eventual salida del poder al presidente Bashar al Assad.
El líder opositor Ahmed Jarba acusó al mandatario de llevar a cabo crímenes de guerra al estilo nazi y demandó que la delegación del Gobierno sirio en la reunión de Montreux, Suiza, firme un plan internacional para entregar el poder.
El ministro de Relaciones Exteriores de Siria, Walid al Moualem, insistió en que Assad no cedería ante demandas externas y habló de atrocidades rebeldes “terroristas” respaldadas por estados árabes y occidentales que apoyan a la oposición y estaban presentes en la reunión.
“Assad no se va”, dijo el funcionario sirio.
Estados Unidos y Rusia, que auspician la conferencia que autoridades de la ONU esperan lleve a negociaciones en Ginebra a partir del viernes, también expresaron sus diferencias sobre Assad durante un día de presentaciones formales en Montreux.
Las negociaciones reflejan las creciente preocupaciones mundiales de que una guerra que ha causado más de 130,000 muertos y dejó a millones sin hogar se esté extendiendo más allá de Siria y alimentando la militancia sectaria en el exterior.
Funcionarios occidentales dijeron que los desconcertó el tono combativo que adoptó Moualem, quien también desafió el pedido del secretario general de la ONU Ban Ki-moon de que acortara su discurso. Algunos diplomáticos cuestionaron si las conversaciones podían continuar.
El Secretario de Estado estadounidense, John Kerry, se hizo eco de la opinión rebelde de que “no hay forma” de que Assad continúe relacionado con el poder bajo los términos de un acuerdo internacional del 2012 que instaba a una coalición interina.
Pero el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, dijo que todas las partes tenían un rol y condenó las “interpretaciones tendenciosas” del pacto del 2012.
Arabia Saudita, que apoya a los rebeldes suníes, exhortó a que Irán y su aliado libanés chií Hezbollah retiren sus fuerzas de Siria. Teherán estaba ausente de la reunión, apartado por la oposición y Occidente por rechazar los pedidos de un gobierno de transición.
La conferencia no creó grandes expectativas, en particular entre los rebeldes islamistas que condenaron a los líderes opositores por tomar parte de la reunión.
El canciller alemán, Frank-Walter Steinmeier, dijo que consideró la inflexible posición de Moualem como “increíble y exasperante” y añadió que no podrían lograrse progresos con Damasco “si ellos no muestran algo de inteligencia”.
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