España vuelve a ponerse el crespón negro cuando se cumplen diez años del peor atentado de su historia: el llamado 11-M, en el que murieron 191 personas y más de 1,800 resultaron heridas, al explotar una decena de bombas en trenes suburbanos de Madrid.
Este martes, las víctimas recordarán uno de los días más negros para el país. Y lo harán, por primera vez desde 2007, participando de forma conjunta en un funeral de Estado que se celebrará en la catedral de la Almudena de Madrid y que será presidido por los reyes de España.
Otros homenajes tendrán lugar a lo largo de toda la semana: actos, exposiciones y conciertos como el que ofrecerán Jorge Drexler, Ariel Rot, Ismael Serrano y otros artistas en una conocida sala de la capital española.
Pero cada una de las tres asociaciones de víctimas los celebrará de forma separada, como en años anteriores, exponiendo de nuevo las diferencias que les separan y que se extrapolan a una sociedad todavía dividida por la autoría de aquellas bombas atribuidas a un grupo yihadista.
Han pasado 10 años, pero Madrid no olvida aquel 11 de marzo de 2004 en el que la ciudad despertó a las 07:37 horas con una oleada de explosiones en un tren que arribaba a la céntrica estación de Atocha.
Solo un minuto más tarde, otras tres bombas estallaron en trenes que circulaban en los extrarradios y provocaron el pánico y el caos. La red de transporte se bloqueó, las líneas telefónicas se colapsaron y los taxis tuvieron que ejercer de ambulancias ante la desbordante cifra de heridos.
Los servicios de emergencias desplegaron una operación similar a la de las grandes catástrofes, paralizando una ciudad que pasó en horas de los gritos de rabia y dolor al silencio del luto.
Pero el 11-M irrumpió también en la vida política del país. Tuvo lugar solo tres días antes de unas elecciones generales y dio un vuelco a sus resultados: en contra de los pronósticos de las encuestas previas a los atentados, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero venció al entonces presidente, José María Aznar.
Una parte del electorado castigó a este último tras acusarle de mentir sobre la autoría de los atentados. El mismo 11 de marzo, el Ejecutivo atribuyó los artefactos a ETA, un grupo armado con una larga trayectoria violenta en España en su afán por conseguir la independencia de la región del País Vasco.
El gobierno mantuvo dicha tesis incluso después de hallarse indicios que apuntaban a una autoría yihadista, mientras algunos medios internacionales empezaban ya a señalar a Al Qaeda y la propia izquierda independentista vasca negaba la implicación de ETA.
Al día siguiente, una oleada humana, una de las mayores en la democracia española, recorrió el centro de Madrid en rechazo a los atentados, con unos ciudadanos todavía consternados y sin una idea clara de lo ocurrido: pancartas contra ETA se mezclaron aquel día con gritos de condena a Al Qaeda.
Hablar de aquellas elecciones desvinculadas del 11-M es imposible en España. Hasta tal punto de que poco después proliferaron las llamadas “teorías de la conspiración”, sostenidas por medios y colectivos afines a la derecha que relacionan a ETA e incluso al Partido Socialista con los atentados y el vuelco electoral.
En 2007, tras un esperado y polémico juicio, la justicia española dictó sentencia: condenó a 21 personas a penas de entre tres y más de 42,000 años de prisión por los atentados. Pero no se pudo juzgar a siete de los terroristas que colocaron las bombas porque se inmolaron tres semanas después del atentado, al ser rodeados por la policía.
En segunda instancia quedaron 18 condenados. De ellos, ocho han salido ya de prisión y está previsto que otro lo haga en los próximos días. Mientras tanto, algunas víctimas insisten en seguir investigando.
Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.