El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y un empleado de seguridad subcontratado con antecedentes penales que iba armado compartieron ascensor en Atlanta el 16 de septiembre, un incidente que viola los protocolos del Servicio Secreto, según una información exclusiva del diario The Washington Post.
Los protocolos del Servicio Secreto obligan a investigar el historial delictivo de todos los empleados, invitados y voluntarios en varias bases de datos, un examen que también deben pasar los subcontratados por el Gobierno para labores de seguridad, explicaron las mismas fuentes.
El empleado despertó las sospechas de los agentes del Servicio Secreto al negarse a dejar de grabar con su móvil a Obama durante los minutos que compartieron espacio.
Cuando salieron del ascensor, los agentes lo interrogaron y fue entonces cuando descubrieron que había sido declarado en tres ocasiones culpable por asalto y agresiones, así como que estaba en posesión de un arma en ese momento.
Julia Pierson, la mujer elegida en 2013 para poner fin a la cuestionada cultura interna de esta agencia dominada por hombres, es ahora el objeto de las críticas tanto por los graves fallos de seguridad como por la falta de transparencia a la hora de informar sobre ellos.
Este incidente no es el único por el que Pierson tiene que responder. El 19 de septiembre Omar J. González, un veterano de Irak con supuestos problemas mentales, logró entrar armado con un cuchillo en la Casa Blanca y acercarse a las dependencias de la familia presidencial, que había abandonado el edificio tan solo unos minutos antes.
En un primer momento el Servicio Secreto aseguró que el intruso no iba armado y que fue detenido en cuanto cruzó la puerta de entrada, pero el martes Pierson tuvo que admitir ante el Congreso la veracidad de los informes del Washington Post que contradecían esa versión.
¿Cómo pudo ocurrir? El perro que tendría que haber sido soltado cuando González saltó la reja del jardín, no lo fue. La puerta de la Casa Blanca no estaba cerrada ni tenía —acaban de incorporarlo— un sistema de cierre activable a distancia.
Además, en el Pórtico Norte no estaba el guardia pertinente y la alarma que debía avisarlo había sido silenciada por funcionarios del edificio que la consideraban molesta. El agente que interceptó a González ya no estaba de servicio, pasaba por la Sala Este de casualidad a su salida del trabajo.
“Omar J. González ha acabado con la idea de que la Casa Blanca es un espacio cívico intocable protegido por la fuerza de seguridad más impenetrable del mundo”, considera el New York Times en un editorial titulado ‘El colapso del Servicio Secreto’.
Los empleados del Servicio Secreto alegan que los recortes presupuestarios de los últimos años han los han desmoralizado y son la causa de una menor vigilancia sobre el trabajo de base.
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