Esteban Acuña
@estebanbigotes
Hace casi un año demoro 20 minutos en llegar en bicicleta al trabajo, el mismo tiempo que antes perdía esperando el micro. Los primeros comentarios que recibí cuando comencé a poner en práctica mi nueva manera de desplazarme por la ciudad vinieron de parte de personas que están acostumbradas a movilizarse en automóvil. Me advirtieron que tuviera cuidado y no me expusiera demasiado.
Aunque parezca lógico pensar que el ciclista es el que corre más riesgo en la pista, la realidad dice otra cosa: en 2013 hubo 9,681 atropellos en Lima, de los cuales solo 264 involucraron a ciclistas, según el informe de la organización Lima Cómo Vamos.
En el recorrido diario que realizo hacia el trabajo utilizo la ciclovía de Salaverry. De las 62 rutas que hay en Lima y el Callao esta es la que se encuentra en mejor estado. Si bien no hay baches ni autos estacionados a mitad de camino, los cruces suelen transformarse en un problema porque los autos, mientras esperan que el semáforo dé luz verde, bloquean el paso y no dejan circular libremente.
En Lima, las rutas para ciclistas tienen un fin recreacional y no están pensadas como medio de transporte. El ciclista urbano recorre diariamente una distancia promedio de 5 kilómetros, pero ya que las ciclovías no están interconectadas entre sí, durante una gran parte del trayecto debemos conducir pegado a un costado de la pista –que, dicho sea de paso, tiene que ser siempre el derecho–.
En teoría, la ley de tránsito le otorga al ciclista un espacio en la vía como a cualquier otro vehículo; en la práctica, el ciclista urbano es casi invisible en la pista.
Casco, timbre, reflectores, luces, además de algunas recomendaciones básicas —como no avanzar en contra del tránsito o evitar esconderse del campo visual de los autos— pueden ser de ayuda al momento de compartir la ruta junto a conductores que nos ignoran y que piensan que son dueños de la vía; o peatones despistados que se atraviesan en la pista cuando uno menos lo espera.
Esa imagen del ciclista apacible y distraído que avanza por las calles de países desarrollados como Ámsterdam, por ejemplo —donde el 40% de los ciudadanos se moviliza en dos ruedas— nada tiene nada que ver con el ciclista promedio de Lima. En esta ciudad el ciclista pedalea sabiendo que su seguridad no depende solo de sí mismo.
En agosto del año pasado, en cuatro días dos ciclistas perdieron la vida: Gustavo López Mejía, embestido por una camioneta en la Costa Verde y Martín Lozano Curo, arrollado por un bus del transporte público en San Juan de Miraflores. Tres meses antes, Heber Maldonado y Gladys Pareja corrieron la misma suerte: fueron arrollados por un vehículo mientras se dirigían en bicicleta hacia sus lugares de trabajo. Hubo que esperar la muerte de cuatro ciclistas para abrir nuevamente el debate acerca de la ciudad que queremos.
Una ciudad a la medida el automóvil
En Lima, el 71.4% de sus habitantes utiliza el transporte público y se moviliza a pie, pero basta salir a la calle para comprobar que además de construir ciclovías sin recorridos articulados se construyen pistas sin veredas, veredas sin rampas, y semáforos que apenas duran 7 segundos para el cruce del peatón.
Por esta razón, no más de 100 mil peruanos usan la bicicleta para ir a trabajar o estudiar. En una ciudad en que los autos son primero andar en bicicleta es, en definitiva, un riesgo que tomamos todos los días para llegar a casa. Mientras tanto, las autoridades piensan que la única manera de reducir la congestión del tráfico en la pista es construyendo nuevos carriles.
El by-pass de 28 de julio (cuya construcción no significa una solución al problema del tráfico, tal como explica Alexandra Ames en su columna de opinión), el intercambio vial en el óvalo el Naranjal y en la Panamericana Sur con la avenida Benavides, la construcción de los túneles San Martín y Santa Rosa en San Juan de Lurigancho, las obras de ampliación en la Costa Verde, solo consiguen priorizar el auto privado, cuando apenas un 16% de los hogares peruanos posee uno.
Pero que haya pocos ciclistas en la ciudad no se debe exclusivamente a una pésima infraestructura, o a una mala gestión del transporte público, o al desorden del tránsito al que ya estamos acostumbrados. Lima presenta condiciones ideales para movilizarse en bicicleta: es plana, no tiene desniveles y llueve muy poco. De hecho, en el 23.4% de los hogares limeños hay una bicicleta, pero ninguno de sus familiares se motiva a salir a dar una vuelta.
En bicicleta, puedes ser el doble de rápido que un auto en hora punta. Tomas atajos, atraviesas los parques, bajas escaleras, trazas la ruta que tú quieres, te ahorras el tiempo de buscar estacionamiento y echar gasolina. No gastas en pasaje ni en revisiones anuales. No contaminas, te enfermas menos, quemas calorías y disfrutas de la ciudad como nadie. Y sin contar las idioteces de algunos conductores que hay que pasar por alto para seguir el camino feliz, andar en bicicleta es la mejor manera de empezar el día.
SABÍAS QUE…
Los primeros días de cada mes organizaciones como Actibícimo y Cicloaxion realizan un bicipaseo que tiene como objetivo reivindicar la bicicleta como medio de transporte. En la última convocatoria 2 mil 500 ciclistas repletaron las calles de Miraflores. Fue un éxito rotundo. Esta y otras iniciativas similares han ido de la mano con la expresión de una consciencia ecológica que cada día parece sumar más adeptos.
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