Sandro Venturo,Sociólogo
AUTOR: GONZALO PAJARES
gpajares@peru21.com
Hoy habrá un ‘terremoto’ en Lima. Su epicentro, la sala Luis Miró Quesada (Larco y Diez Canseco, Miraflores). Sandro Venturo, Daniela Rotalde y un grupo de aristas y comunicadores lo han ‘ocasionado’. “Sus consecuencias son previsibles: las hemos visto en Conga, en Espinar, en Pisco, en La Parada”, nos dice Sandro Venturo, curador de Terremoto, la muestra que se inaugura hoy, a las 7:30 p.m. A remover nuestras conciencias.
Eres sociólogo, comunicador, publicista, curador de arte. En exposiciones como Terremoto, ¿qué parte de tu personalidad se manifiesta?
La más cívica, la del pata que está interesado en intervenir, dialogando con los demás, en la vida de su comunidad. Cuando me metí a estudiar Sociología, ya trabajaba en una ONG haciendo comunicación social. Por eso, siempre ha habido en mí esta doble vertiente: el mundo académico y el mundo de la intervención social.
¿Por qué el arte puede ser un territorio donde esta preocupación social se manifieste?
Porque es otra dimensión de la comunicación con la gente. Además, tiene la ventaja, a diferencia de la comunicación o de la publicidad, que en el arte se plantean más preguntas que respuestas. El artista siempre está buscando desarrollar sus interrogantes, compartir sus inquietudes, y en esta exposición no estamos buscando la solución, sino las preguntas clave de uno de los problemas cruciales de nuestra sociedad: la desconfianza, la informalidad, la desorganización social.
¿Cuán preparada está la ciudadanía para entender reflexiones como las de Terremoto? ¿Te haces esta interrogante?
Jugamos con dos lenguajes: el propiamente artístico –a través de las instalaciones– y el periodístico. Hemos imaginado un terremoto y cuáles serían las reacciones de la televisión, de la radio, de la prensa y, a partir de esto, hacemos una radiografía de los vínculos entre los peruanos. Sus consecuencias son previsibles porque el terremoto social lo vivimos hace varios años. En realidad, en la muestra no inventamos nada, todo lo hemos deducido a partir de un largo proceso de investigación.
Hay quienes miran al Perú como un país boyante y con un gran crecimiento económico, y otros que lo observan como un territorio injusto y lleno de conflictos sociales…
Nosotros no criticamos la bonanza, el crecimiento económico; lo que cuestionamos son los vínculos que tenemos entre peruanos para hacernos cargo, para apropiarnos y para distribuir este crecimiento. En realidad, estamos poniendo un espejo frente a nuestra realidad. Estamos tan distraídos peleando por ese crecimiento que no estamos atendiendo las bases de esta bonanza, que aún resulta pequeña. Si el Perú atendiera a los pilares básicos de la sociedad, este crecimiento podría ser compartido y beneficiar a todos; pero mientras sigamos con esta informalidad y esta desconfianza generalizada, y con un Estado que va muy por detrás del emprendimiento de la gente, lo que estamos generando es un crecimiento con mucha desigualdad. Crecer está bien, pero en Terremoto nos preguntamos cómo hacemos para que este crecimiento sea para todos.
¿Qué pasaría si, en efecto, hoy tuviéramos un terremoto?
Nada nuevo. Esa es nuestra respuesta: lo que vimos en Conga, Espinar, La Parada, etcétera… quizás todo llevado al extremo. Hemos hecho una especie de ‘grandes éxitos’ del colapso peruano: anomia, falta de autoridad, falta de institucionalidad, etcétera. Nuestra hipótesis es que vivimos un terremoto constante y no nos damos cuenta.
Hablan de Lima, pero piensan en el Perú…
Desde hace tiempo nos preguntamos qué tiene que suceder en el Perú para que salgamos de la inmediatez y veamos los problemas del fondo: no pasó con el primer gobierno de Alan, no sucedió con la caída de Fujimori, no pasó con Sendero Luminoso. ¿Qué hace falta para que nos movilicemos? Nuestra respuesta fue: quizás un terremoto sea lo suficientemente contundente para que nos detengamos a pensar hacia dónde estamos yendo, qué está pasando con nosotros. En el Perú hay un culto a la informalidad que debemos atacar, porque es mortal.
Y también hay mucha desconfianza social y personal…
Es otro de los grandes problemas que debemos enfrentar. La gente no confía en el sistema y, como no hay confianza, se le sabotea. Por eso no salen adelante proyectos importantes como Conga, por eso el sistema político no funciona, por eso las relaciones personales no fluyen. En Conga, en Espinar, en La Parada, y hasta en Mistura, hay mucha desconfianza, gente que rechaza lo que se hace allí. Y por esta desconfianza social se precipitan conflictos que no deberían existir; si esta gente se conociera de verdad se daría cuenta que sus diferencias no son tales y que podrían trabajar por un bien común, por oportunidades para todos. Por eso, así como la informalidad es un gran enemigo, también lo es la desconfianza.
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