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"A veces me olvido de que tengo discapacidad"

Sonreír no es difícil para él, y cada dificultad que ha enfrentado no es más que una lección valiosa. Así se debe vivir, eso nos enseña Michael Urtecho.

Foto: David Vexelman.
Foto: David Vexelman.

Miguel Urtecho,Congresista
Autor: Juan Hidalgo.
jhidalgom@peru21.com

Eso de que las limitaciones están en la mente no es solo una frase para él, es una consigna. Desde chico enfrentó grandes obstáculos, pero eso no impidió que Michael Urtecho alcanzara sus metas, llegue a ser un profesional y, también, un congresista.

¿Desde cuándo está en una silla de ruedas?
He evolucionado hasta tener este ‘BMW’, esta silla de ruedas eléctrica. Empecé a los 5 o 6 años, con un triciclo que me adaptaron, tenía una silla como asiento. Luego, a los 13 años, pasé a una silla tradicional, me la regaló una vecina, la señora Vicky Aldana, quien tenía un hijo con discapacidad que falleció. Esta silla es la tercera eléctrica que tengo. Es muy difícil comprarlas y nunca he tenido una nueva, esta me costó 3,500 dólares, una nueva puede llegar a los 32 mil dólares.

¿Qué trastorno sufre?
Yo recién sé con certeza cuál es. En el año 2010 mandé una muestra de sangre a Estados Unidos para que la examinen. Yo pensaba que tenía distrofia muscular, pero el examen arrojó lo contrario: tengo atrofia muscular espinal infantil. Cuando alguien quiere levantar un brazo, el cerebro da una orden a la médula espinal y esta manda un impulso eléctrico al músculo para que se mueva, en mi caso no hay impulso y el músculo se atrofia. Te diré que mi discapacidad está avanzando. Cuando entré al Congreso podía hacer muchas cosas: hablar por celular, tomar un vaso y llevarlo a mi boca, comer solo, ahora no. Eso cuesta asimilar, causa una crisis emocional muy fuerte que gracias a Dios he ido superando.

Supongo que en sus primeros años fue muy difícil enfrentar sus limitaciones.
Fue terrible. Cuánto me hubiese gustado correr, jugar fútbol, saltar. Yo aprendí a leer en mi casa. En esos años, 1972, 1973, las personas con discapacidad no salían de sus casas. Un día, un doctor en Trujillo me dijo: “Michael, cuando tú te des cuenta que un ser humano vale por lo que hay en su corazón y en su mente, recién entenderás porque estás aquí”. Yo asimilé eso y me dije: “no tengo fuerzas, no puedo caminar, pero siento”, y le dije a mi mamá que quería ir al colegio. Ese fue el punto de quiebre para mí. Ahora te digo, con mucha humildad, que a veces me olvido de que tengo discapacidad, voy de un lado a otro rápido, hago de todo en esta silla que gracias a Dios tengo.

¿Qué dificultades encontró en la universidad?
En ingeniería química todo es en laboratorio, con mesas enormes de metro y medio de alto. Hay plantas, fábricas pequeñas, muchos equipos, fue muy difícil. Y todo estaba en un segundo o tercer piso. Felizmente tenía buenos amigos que me cargaban en mi silla de ruedas, me bajaban y me subían.

¿Si no hubiese sido una persona con discapacidad habría llegado a donde está ahora?
Yo creo que no, quizá me hubiese quedado como un ingeniero.

¿Cómo fue pasar de la vida profesional a la política?
Yo lo busqué. En los 90 enviaba correos a los políticos y les explicaba los problemas de la persona con discapacidad. Les decía: “aquí estoy yo, si quieren puedo ayudarlos en el tema”. Algunos me respondieron: Alejandro Toledo, Ántero Flores Aráoz, pero con quien congenié más fue Rafael Rey. Él me abrió las puertas de la política y postulé tres veces antes de ser congresista.

¿Qué ha hecho por los discapacitados desde su curul?
Mucho, el darle una silla de ruedas a una persona que nunca tuvo una me hace el hombre más feliz. Hemos sacado muchas leyes. Yo creo que la gestión para el colectivo de personas con discapacidad es lo más valioso que hemos hecho.

¿Qué es lo que más teme?
Hace poco casi me muero. Tenía divertículos en el intestino grueso, que son como unas bolitas que se pueden inflamar cuando uno come mucho ají o condimentos. Eso me advirtieron a fines del año pasado, pero no me cuidé. En mayo se infectaron. Tuve el dolor más horrible de mi vida. Le dije a mi esposa que llame una ambulancia, me tuvieron que poner morfina tres veces. Mi intestino estaba perforado, tenían que operarme y eso es muy delicado para mí, pues, como a todos, debían ponerme tubos luego de la anestesia para que una máquina respire por mí. El riesgo está en si mis músculos reaccionarán de nuevo y pudiese respirar solo cuando me sacasen los tubos. Me armé de valor y me operaron, la probabilidad de vida que me dieron era de 20%, pero Dios me dio una nueva oportunidad.

¿Entonces su mayor temor es la muerte?
Sí. Tú no sabes cómo rogué esa vez por mi vida, sobre todo por mi hija. Quiero verla crecer, bailar, correr, que acabe su colegio, su universidad. No sabes la felicidad que siento viendo a mi hija hacer cosas que yo nunca hice.

¿Qué consejo le daría a las personas que tienen un problema muy serio que enfrentar?
Que no pierdan la fe ni la esperanza. Tenemos alguien que no podemos ver, que no podemos tocar, pero sí podemos sentir: Dios.

AUTOFICHA

- Nací en Trujillo el 6 de noviembre de 1969. Estudié primaria y secundaria en el Colegio Nacional Liceo Trujillo e ingeniería química en la Universidad Nacional de Trujillo.

- Soy casado, tuve dos hijitas, pero una se me fue al cielo. Mi Ana Claudia ahora tiene 4 años y participará en el concurso nacional de marinera.

- Trabajé en el Gobierno Regional de La Libertad, en Backus y he sido profesor en la Universidad Nacional de Trujillo. También trabajé en el proyecto Chavimóchic.


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