25.NOV Lunes, 2024
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Opinión

El científico de la NASA James Hansen informó, en 1988, al Congreso de EE.UU. sobre la realidad del calentamiento global. La noticia tardó en colarse en los medios pero finalmente llegó.

Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com

Fue entonces cuando los capos de las grandes corporaciones petroleras, que conocían desde hacía tiempo el tamaño de su responsabilidad, comenzaron a financiar ‘Think tanks’, centros de estudios, fundaciones y todo aquello que condujera a desprestigiar las afirmaciones fundadas en la ciencia. Esa corriente suicida, ecocida y genocida se llamó “negacionismo climático” y encontró, entre los muchos oportunistas, un eco que ensuciaría los mensajes y llenaría los bolsillos de los detractores. Sus lobistas, mientras tanto, viajaban por el mundo, asegurando a gobiernos y a poblaciones del planeta que todo estaba bien. La ciencia exageraba y, a través de ejemplos, infantiles desde el punto de vista estrictamente científico, convencía a quienes querían ser convencidos. Hoy, que estamos cercanos a llegar al límite de la producción petrolera, se ensayan nuevos métodos que son más contaminantes que los anteriores. Tom Engelhardt dice: “Llámenlo ironía o pesadilla, pero los ‘Grandes del Petróleo’ no tienen reparos en obtener sus próximos beneficios del deshielo del planeta. Sus ejecutivos continúan planificando sus futuros (y el nuestro), sabiendo que sus rentables actos destruyen el hábitat y la escala de temperaturas que hicieron posible la vida a la humanidad”. Saben las consecuencias de lo que están haciendo, como desde hace tiempo lo sabían los tabacaleros. Nosotros también sabemos de esas consecuencias. Calificarlas como actividad criminal es solo una decisión política que la economía, que tiene a la primera por el cuello, no le permitirá concretar.


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