Lucía de Althaus,Opina.21
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Es una realidad que nuestros hijos consuman más, que tengamos más ropa en nuestro clóset y que, en los estantes, los juguetes estén atiborrados. La vida ha cambiado, lo material está más a la mano y la sociedad de consumo se nos mete por las orejas. Pero otra cosa es confundirnos y empezar a definirnos por lo que poseemos, y no por lo que somos, satisfaciendo nuestros deseos de inmediato sin darnos tiempo a desearlos. Nos olvidamos, entonces, de algo que parece ya un valor: la capacidad de ilusionarnos.
Los niños nos lo pueden enseñar todo el tiempo. Lo más valioso que ellos tienen y a lo que más uso le dan es a la imaginación. Pueden ser superman o la princesa Aurora una y otra vez. Lo imaginan, lo recrean, lo juegan, disfrutando inmensamente estos juegos, sin necesitar mayores instrumentos que su mente y su disposición a ilusionarse.
Mantener la ilusión por algo, postergar un poco la obtención del deseo inmediato, es un ejercicio para la vida. Postergar la gratificación da perspectiva, valor y
hasta estimula la imaginación.
¡Compremos menos e imaginemos mas!
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