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Opinión

Gianfranco Castagnola,Al.Mercado
Las reformas improvisadas y apresuradas acaban mal. Eso ha pasado con la descentralización en el Perú, iniciada hace 12 años y culminada en 2007 con el absurdo “shock descentralizador”. El presupuesto de la República se ha multiplicado por 3.5 veces desde entonces, pero la calidad de los servicios del Estado es deficiente y la corrupción campea en la mayoría de las regiones. El proceso, irreversible por cierto, debe corregirse. Primero, como en todo Estado unitario, el Gobierno Central debe ejercer su rol rector, definir las políticas nacionales y exigir su cumplimiento en todo el territorio. Luego, deben revisarse las transferencias de funciones, asumiendo que en algunos casos será conveniente su reversión. Pero todo ello exige que el Poder Ejecutivo se reforme para ejercer sus funciones de manera más eficaz. Las salidas efectistas, como prohibir la reelección de los presidentes regionales, no arreglan nada y castigan a las autoridades regionales que sí han hecho una buena gestión.


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