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Opinión

Hace pocos días nació en el zoológico de Huachipa una tigresa blanca. Un animal sencillamente precioso, una criatura perfecta.

Carlos Carlín,Habla.Babas
ccarlin@peru21.com

Hace pocos días nació en el zoológico de Huachipa una tigresa blanca. Un animal sencillamente precioso, una criatura perfecta. La veo en televisión bostezando, jugando y siendo atendida por sus criadores, y no puedo evitar pensar en otros animales igualmente hermosos, que no tienen su misma suerte. Tigres y leones que pasan sus días encerrados en las inmundas jaulas de un circo. Pumas famélicos que alguna vez sirvieron de adorno en algún restaurante campestre. Delfines que sufrieron encierro para que usted y yo tuviéramos algo bonito que mirar mientras comíamos un bufet. Perros enfermos de depresión condenados a vivir en el techo de una casa. Miles de gatos que sirven de alimento a drogadictos de mercado. Animales mil veces más hermosos que cualquier ser humano, que mueren maltratados en el Yawar Fiesta, el ‘Jala Pato’ o las corridas de toros. Recuerdo La Conquista del Planeta de los Simios, la película que muestra cómo los simios cansados de siglos de abuso esperan el momento exacto para hacer del humano lo mismo que este hizo con ellos durante siglos: su mascota, su diversión, su esclavo. En silencio sueño con el día en que pueda ver cómo eso sucede. Ese momento tal vez no llegue nunca, y no porque los animales no estén esperando justicia, sino porque, como van las cosas, los seres humanos terminaremos destruyéndonos antes entre nosotros.


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