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Opinión

El matrimonio exige ciertas características de salud emocional. De no ser así, podemos encontrarnos con parejas que –aun en la intimidad– no se relacionan como esposos sino como madre e hijo, lo que hace que la unión pueda llegar a un rápido fin.

Fernando Maestre,Opina.21
fmaestre@peru21.com

El matrimonio exige ciertas características de salud emocional. De no ser así, podemos encontrarnos con parejas que –aun en la intimidad– no se relacionan como esposos sino como madre e hijo, lo que hace que la unión pueda llegar a un rápido fin. Este trastorno se produce en mujeres que asumen el rol de madres con los esposos. A su vez, los esposos se sienten felices y excitados por este trato, que los regresa a la infancia. Así, encontramos esposas que bañan a sus maridos y otras que les cortan las uñas. No faltan las que les llevan la comida a la cama y les dan de comer en la boca. Estas conductas empiezan como un juego, pero terminan siendo hábitos de alta excitación difíciles de modificar. Este desvarío tiene su origen en las crisis infantiles, como el deseo del hombre casado a no crecer y permanecer como un bebé. En otras ocasiones se debe al miedo al fracaso sexual en la vida adulta; ellas suelen padecer de mamitis aguda y hallan más placer sexual en este trato que en el coito. Estos matrimonios no duran, y si pasan los años, el deterioro aumentará al punto de aislarse socialmente.


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