Pequeñas miserias

Roberto Lerner,Espacio de crianza
http://espaciodecrianza.educared.pe

Nuestras vidas están llenas de ellas, eventos que desconsuelan, entristecen, angustian y duelen, pero casi nunca devastan y los podemos superar con la ayuda de los que nos rodean. Alguien se da cuenta de lo que ocurre y ofrece su apoyo.

El payasito —lo llaman Baba—de Jaimito ha perdido un brazo. Los juguetes son sometidos a presiones que no tienen nada que envidiar a las que sufren los aviones. Golpeados, zamaqueados, mojados, estrujados y lanzados, para mencionar las acciones más benignas. A veces pierden algún elemento que para nosotros parece importante pero que deja insensible al niño, que parece preferir un “look” algo destartalado a una apariencia impecable.

Pero el brazo es otra cosa. Jaimito protesta, llora y se siente desamparado. Es importante que tratemos de arreglar a Baba junto con Jaimito. No tiene sentido decirle que no hay ningún problema y que le vamos a comprar uno nuevo y reemplazar al viejo. Sería desconocer que los niños, aun pequeños, forman vínculos.

Si no podemos arreglarlo inmediatamente, es bueno ponerlo solemnemente y con Jaimito, en un lugar adecuado, y asegurar que vamos a necesitar algo más de tiempo y quizás algunos implementos con los que no contamos. Si no somos capaces de arreglarlo, hay que recurrir a un especialista y explicarle a Jaimito que en ciertas ocasiones es mejor acudir a alguien que sabe más que nosotros. Igual que cuando se va al doctor.

De esa manera mostramos respeto por los sentimientos de nuestro niño, le enseñamos que lo que se malogra muchas veces se puede arreglar; y que las cosas que se dañan no son simplemente descartadas, dejadas de lado y reemplazadas mecánicamente por otras nuevas.