Lucía de Althaus,Opina.21
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Una madre me cuenta que, como resultado de una exhaustiva evaluación psicológica, recomendaron que su hija realice una terapia emocional. Durante el tiempo que se demoró en encontrar a la terapeuta ideal, la niña ya había superado su dificultad.
Los niños no siempre necesitan terapia, a pesar de que por momentos uno crea que sí, pues son flexibles, cambian, se adaptan, se esfuerzan, son resilientes, y si los vamos acompañando afectivamente, tienden a superar los baches del desarrollo. Si los padres se cuestionan, están conectados emocionalmente con sus hijos, los acompañan sin presión, los miran positivamente, se equivocan y reflexionan sobre sus errores, estos van resolviendo junto a sus hijos las dificultades y retos del crecimiento. Por el contrario, correr rápidamente a una terapia para que les “solucione” el problema puede dejar pasivos a los padres, y al niño en el cajón de los problemáticos.
Estando en un marco de salud mental, mi recomendación es que, antes de depositar rápidamente al niño en una terapia, pensemos si el trabajo terapéutico no lo podemos realizar nosotros mismos, los padres. Su hijo se lo agradecerá.
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