Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com
Dice Palma, en un ensayo titulado ‘Premio Nobel de Economía. Teatro puro Teatro’, publicado por el Centro de Investigación Periodística de Chile, lo siguiente: “Ese premio (Nobel de Economía), además de exponer muchos de los aspectos más negativos de la profesión, abre interrogantes”. Explicita luego las dudas que le sugiere: “¿Tiene sentido dar premios de este tipo en una disciplina donde las ideas tienen un claro origen ideológico y donde las metodologías y los datos son particularmente frágiles? ¿Tiene sentido honrar justo en la mitad de la peor crisis financiera en casi un siglo a alguien que se pasó medio siglo diciendo que jamás podría haber una crisis financiera de este tipo? (se refiere a Eugene Fama, distinguido con el Nobel junto con Hansen y Shiller). ¿Y qué es de los millones que están sufriendo las consecuencias de esta crisis, producto –en gran parte– de la aplicación de las políticas de desregulación financiera propuestas por Fama?”. Palma interpela si no es necesario preguntarse también cuál es el estatus “científico” de las propuestas de políticas que hacen los economistas. Y subraya Página 12 que “la opinión predominante de quienes se presentan como sacerdotes en las discusiones económicas habituales instaladas en el sentido común es que la ‘realidad’ es lo que ellos creen y lo que creen saber se convierte en un hecho”. No critica Palma solo a un receptor del premio, sino al premio mismo. Ahondando, podríamos aplicar la misma lógica al Nobel de la Paz.
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