18.MAY Sábado, 2024
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"No queremos ser excluidos de la globalización"

Tiene 34 años y lucha por los derechos del pueblo asháninka. Además, Ruth Buendía es uno de los rostros de la imprescindible muestra pasado que no pasa.

Foto: David Vexelman.
Foto: David Vexelman.

Ruth Buendía,Líder asháninka
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

Dentro del proyecto Memoria Asháninka, la Municipalidad de Lima, el Centro de la Imagen y la Central Asháninka del Río Ene organizan, en la Casa Rímac (Junín 323, Lima), la muestra fotográfica Pasado que no pasa, que cuenta con imágenes de Vera Lentz y Musuk Nolte. Conversamos con Ruth Buendía, lideresa asháninka.

¿Recuerda los ingresos de Sendero a su comunidad?
Sí. Primero entraron a saquear la tienda comunal y la misión, dirigida por el hermano Mariano, que estaba instalada en nuestra comunidad. Las siguientes incursiones senderistas fueron para adoctrinar a la población. Pero las comunidades asháninkas los rechazaban y, cuando no podían hacerlo, huían al monte. Mi pueblo se dividió, pues algunos se adentraban cada día más al interior de la selva y otros fueron secuestrados por los terrucos. Los terroristas o nos mataban o nos quitaban nuestro sustento o nos obligaban a ser parte de su tropa. Por eso digo que Sendero devastó a mi comunidad.

Su padre murió en esa guerra.
La comunidad asháninka se organizó en rondas, se armó y se adentró en la selva. Mi padre fue a visitar a una de ellas con el fin de coordinar acciones de defensa y, al ser confundido con un senderista, fue asesinado. Yo tenía 12 años. Se imaginará que esto fue muy doloroso para mi familia, pues, para empezar, ya no teníamos quien consiguiera nuestro sustento.

¿Qué hizo su madre?
Vivimos momentos duros. Para empezar, la gente de Sendero vino a conversar con mi madre y le dijo: “Ya nos enteramos que su esposo ha muerto. Venga con nosotros”. Nos tuvimos que ir con ellos; estuvimos un año trabajando en su fundo, cuidando su casa. Pasado este tiempo, mi madre le dijo al líder senderista que queríamos regresar a nuestra casa. Felizmente lo convenció. Justo en ese momento entraba el Ejército a la zona.

Su comunidad estuvo entre dos fuegos: el de Sendero y el de las Fuerzas Armadas.
Así es. Cuando entró el Ejército vimos que no podíamos favorecer a ninguno, entonces, tuvimos que escaparnos otra vez, meternos otra vez a la selva. Vivimos una época de terror y de miedo. Pero luego, algunos de nuestros líderes se acercaron al Ejército y dijeron: “Acá estamos, no nos dejen”.

Por su condición de mujer, ¿también fue maltratada?…
Cuando el Ejército recuperaba niñas y mujeres, se aprovechaban de sus necesidades de alimento –“acá está tu atuncito, ven”– y las hacían suyas. Gracias a Dios a mí no me pasó –me protegía mi madre, quien era muy astuta–, pero sé que hermanas asháninkas pasaron por esto. El uso de la mujer, por parte de Sendero, como ‘fábrica’ de niños es más reciente.

Preside la Central Asháninka del Río Ene. ¿El Estado respeta los derechos de su etnia?
Ha violado nuestros derechos y los de los demás pueblos indígenas. Siempre ha hecho lo que le ha dado la gana. El Convenio 169 está aprobado desde 1993, pero ningún gobierno ha tenido la voluntad política de aplicarlo, pues no está reglamentado. Y hoy que tenemos la ley de Consulta Previa, yo creo que nunca la van a aplicar. El Estado está acostumbrado a imponerse, a hacer lo que le da la gana, sin respetar sus propias leyes.

¿Quieren vivir apartados?
No. Queremos ser incluidos, no queremos vivir apartados. Queremos que el Estado nos vea como personas con derechos, no queremos ser excluidos de la globalización, del desarrollo, del sistema. Por ejemplo, queremos que nuestros hermanos, que nuestros hijos tengan una buena educación. Eso sí, queremos que esto se haga con respeto, con buena fe.

Es decir, de la violencia de Sendero han pasado a la violencia del Estado…
Sí. Hoy, por ejemplo, muchas concesiones mineras, petroleras, centrales hidroeléctricas están instaladas en nuestro territorio, y lo han hecho sin consultarnos. El Estado concesiona nuestras tierras a nuestras espaldas. Por qué no nos dicen: “Hermanos asháninkas, en sus tierras queremos hacer estos estudios, estos proyectos, los que les van a traer progreso”.

Es decir, ustedes no están a priori en contra de proyectos mineros, petroleros…
A ver, como pueblo asháninka queremos ser informados y consultados, pero con buena fe. Hasta hoy vemos que el Estado y sus funcionarios hacen las cosas con mala fe. Pero, repito, no nos oponemos al progreso, al desarrollo, todo lo contrario, pero eso sí, tenemos claro que, para salir adelante, hay que dialogar. Y, por supuesto, también exigimos que se respete nuestra cultura, nuestro estilo de vida.

A propósito, ¿es común un liderazgo femenino entre los asháninkas?
No. Hay machismo entre los asháninkas pero, desde el 2005, desde que presido la Central Asháninka del Río Ene, esto está cambiando, y ya hay otras presidentas en otras comunidades.

AUTOFICHA

- Soy de Cutivireni, en el famoso VRAEM. Presido la Central Asháninka del Río Ene, que agrupa a 17 comunidades ubicadas en 33 caseríos. Tengo 34 años y cinco hijos.

- Aprendí el español de adolescente, después de la violencia social y política que vivió mi pueblo. Mis primeros años fueron felices, tranquilos.

- Todo acabó cuando, primero, entraron los colonos andinos y, luego, Sendero. Por ley, nuestras tierras son intangibles y no embargables, pero esto no siempre se respeta.


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