Roberto Lerner,Espacio de crianza
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Neotenia: crías que nacen disfuncionales y deben ser cuidadas durante largo tiempo hasta que ven por sí mismas. La especie humana es un extremo: requiere alianza entre padre y madre, sistemas de cooperación que incluyen tíos, abuelos, etc.
Las mamás son aparentemente indispensables. Sin ellas, bebés y niños quedan desamparados, en manos de buenos samaritanos que adoptan genes ajenos.
Cuando ya no hay potitos que limpiar, muchas mamás, las que han hecho, con todo derecho, de la maternidad el centro de sus agendas, pierden piso. Quedan desempleadas con hijos púberes y adolescentes que parecen no necesitarlas y toman distancia. Así explicaba una cuarentona su pérdida de sentido personal y crisis de identidad.
Pero, un momento, salvo la lactancia –en la época moderna, no olvidemos las amas de leche–, el resto de tareas maternales con infantes y niños pueden ser hechas por terceros. Mamis menos relevantes de lo que pensamos: en ciertos entornos, las madres de blanco asumen mucho de la logística y los afectos de la maternidad.
Pero para púberes y adolescentes no hay amas. Eso es así porque, con ellos, mamás y papás no podemos delegar nuestra presencia: nos necesitan a nosotros y no a otros. Somos, ahí sí, irreemplazables: en la dinámica de separación y consolidación de identidad, choque entre generaciones, no hay niñeras: padres, no abuelos o tíos, son necesarios porque son lo que son y como son.
Es una chamba personalizada, no de desempleo: demanda creatividad y ayuda a nuestra propia reinvención como personas.
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