Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com
(La razón no lo permita) Se está extrayendo, como muchas otras veces en campañas políticas, lo peor de la naturaleza humana para promocionar la revocatoria de la alcaldesa Susana Villarán. Infundios, tergiversaciones, mentiras y toda treta imaginable que –nacidas en las mentes de los conductores y publicistas de campañas políticas– se hacen carne en una población llena de frustraciones y harta de falsas promesas.
Escuchar lo diagramado por los publicistas y ordenado por quienes pagan a los declarantes, en la sabrosa lengua popular y con el agregado de la fértil imaginación de estos, resulta desconcertante. Podría entenderlo si tales epítetos se adjudicaran al conjunto histórico de administraciones municipales, pero seleccionarlos para dedicárselos a Villarán no es solo injusto, sino que en la mayoría de los casos es falso y, en muchos de ellos, ridículo. Si se jugara limpio, bastarían tres palabras para desbaratarlo. Los declarantes, siempre prestos a cualquier micrófono o encuestador que se les acerque, expresan como certezas propias lo que los revocadores han inoculado en ellos. La técnica de los revocadores ha sido muy simple: han hecho un inventario de sus mañas y sus basuras interiores, la han estructurado y se lo han contado al pueblo adjudicándole el conjunto a la actual alcaldesa de Lima. Esto les resulto fácil; no tuvieron más que mirarse en el espejo. Han inventado un enemigo de la ciudad, lo han satanizado y ahora esperan para seguir haciendo sus negocios.
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