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Opinión

Sandro Venturo,Sumas y restas
Sociólogo y comunicador

A pocos les interesa el próximo mensaje a la nación. Hace unos días, la encuesta publicada en este diario nos decía que a 7 de 10 encuestados les interesa poco o nada escuchar al presidente. En un año este grupo se ha incrementado 10% (Datum, 2013 y 2014). Parece que la palabra del gobernante pierde valor progresivamente y muy pocos, según el mismo estudio, esperan novedades positivas. La gran mayoría espera malas nuevas o no sabe qué esperar.

Curioso que esto suceda en una coyuntura donde la inseguridad ciudadana, la corrupción y la desaceleración de la economía sean los temas que dominan la agenda nacional. Será que los ciudadanos se han desconectado del presidente que iba a acabar con estos problemas. Será que la promesa electoral se ha diluido en este i-nesperado invierno. Definitivamente Ollanta Humala ya perdió el crédito político del que gozó durante los dos primeros años de su gestión y sólo le queda navegar, como en su momento les sucedió a Toledo y García, siguiendo una rutina que no empeore las cosas. Qué lástima.

A inicios de los años noventa, los investigadores Jorge Parodi y Walter Twanama publicaron un estudio que pasó algo desapercibido en una época en la que la Sociología estaba muy entusiasmada con los “movimientos sociales”. Ellos demostraron que entre los dirigentes populares –barriales, sindicales, etc.– y sus respectivas bases existía, fundamentalmente, un vínculo de mutua utilidad. Los pobladores esperaban que los dirigentes consiguieran beneficios del Estado (como la titulación, etc.) y los líderes esperaban, a su vez, el respaldo del pueblo para hacer su propia carrera política. Una vez que los objetivos de ambos se cumplían, el vínculo se vaciaba. Fue así que se fueron desactivando los movimientos populares: a más integración social, menos contestación política.

Este hallazgo fue luego profundizado por otros investigadores que demostraron que este vínculo, en realidad, se repite a otras escalas de la vida política y caracteriza muy bien lo que sucede entre ciudadanos y gobernantes locales, entre ciudadanos y presidentes de la República. De allí que, en vez de líderes, haya tramitadores y, en vez de representantes, haya comisionados.

No es verdad que la gente no tenga memoria ni fidelidades políticas, sino que, frente al aprovechamiento de los políticos y la debilidad de los partidos, los peruanos hemos aprendido a enfrentar cada elección como un juego de apuestas donde vamos a lo más seguro. Otra vez, qué lástima.

En la República no contamos con líderes inspiradores ni trascendentes. Y ante la carencia se opta por mandatarios pragmáticos. Y, una vez terminado el respectivo periodo de gobierno, buscamos a otro comisionado. No importa el barniz ideológico. No importan las credenciales políticas. El nuestro es un país donde ética y política van por ahora paralelas, pues la sobrevivencia predomina. ¡Felices Fiestas Patrias, conciudadanos!


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