Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com
Esta ley, que en esencia persigue un mismo propósito en ambos países, reconoce los derechos de todos los seres vivos en igualdad de condiciones a los seres humanos.
La revolucionaria legislación da a la Tierra derechos a la vida y la regeneración, a la biodiversidad y la libertad de la modificación genética. Así como al agua pura, aire limpio, los sistemas naturales y equilibrados, la restauración de los efectos de la actividad humana, y la ausencia de contaminación. Queda por saber cuáles son los límites de la “libertad de modificación genética”.
En el caso boliviano se define a la Madre Tierra como una comunidad indivisible, dinámica integrada por “todos los sistemas y organismos vivos, interrelacionados, interdependientes y complementarios, que comparten un destino común”. Esta afirmación obliga al Gobierno “a priorizar el bienestar de sus ciudadanos y el mundo natural mediante el desarrollo de políticas que promuevan la sostenibilidad y la industria del control”. Agregan que “la economía debe operar dentro de los límites de la naturaleza, y el país trabajar por la soberanía energética y alimentaria, mientras se adaptan nuevas tecnologías de energía renovable”.
La propuesta es “vivir bien”, lo que “significa adoptar formas de consumo no degradantes para la naturaleza, estimulando una relación ética y espiritual con la vida”. Suena extraño pero es mucho más racional que el proceso destructivo en el que nos hemos embarcado.
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