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Opinión

¿Qué tienen en común los camiones Tonka, el frisbee, el Hula-Hula y el cubo de Rubik?

Roberto Lerner, Espacio de Crianza
espaciodecrianza.educared.pe

¿Qué tienen en común los camiones Tonka, el frisbee, el Hula-Hula y el cubo de Rubik? Bueno, en primer lugar, fueron juguetes muy populares, éxitos rotundos, en diferentes décadas. Ni particularmente caros ni excepcionalmente tecnológicos, probablemente estuvieron en hogares de toda condición, en todo el mundo.

Ninguno consistía en una competencia con un oponente al que había que vencer. Tampoco jugar con ellos establecía un mundo de nunca jamás a lo Peter Pan, del que los adultos estaban excluidos y frente al que podían sentir hostilidad. En realidad servían como espacio de diversión familiar. Finalmente no fueron diseñados para enseñar algo en particular sino para obtener placer. No eran, en otras palabras, educativos.

Hoy nos quieren vender juguetes y juegos, físicos y virtuales, que, casi obsesivamente, entran en el rubro de “educativo”. Que se trate de los estantes de una juguetería o las pantallas de una tienda de aplicaciones, casi todo apunta a enseñar: números, palabras, formas geométricas, usted escoja en qué campo del conocimiento quiere que su hijo ingrese.

Daría la impresión que nos sentimos mal frente al juego a secas, frente al placer y punto, frente a la energía lúdica que se va construyendo y llega a un pico para luego calmarse. Esa experiencia, más si es socializada y compartida, no enseña nada en particular y al mismo tiempo enseña todo: la relación entre nuestro cuerpo y la realidad, entre nuestro placer y el de los demás, entre lo que deseamos y lo que podemos, entre el riesgo y la cautela, entre espontaneidad y planificación, entre competencia y cooperación, entre mi perspectiva y la ajena.


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