Gianfranco Castagnola,Al.Mercado
En estas épocas de fiestas de fin de año, un grupo de ciudadanos decide hacerle la vida imposible a todos los demás. Detonan, incansablemente, a toda hora y en todo lugar, cohetes y bombardas. No se detienen a pensar en los riesgos altos que corren ellos mismos, ni en los graves daños que pueden ocasionar a la vida y a la propiedad de terceros, y menos en cómo afectan la tranquilidad y estabilidad emocional y hasta física de las personas vulnerables. Hace 12 años ocurrió la nefasta tragedia del incendio en la zona comercial de Mesa Redonda. En esta Navidad hubo 72 incidencias con fuego en Lima producidas por estos artefactos. Esta situación es un caso típico de lo que en economía se denomina “externalidad negativa”, es decir, alguien realiza alguna actividad en su beneficio (en este caso, el goce del ruido y la competencia con otros “detonadores”) imponiendo costos a los demás (riesgos, ruidos, olores). Corresponde al Estado corregir esta externalidad. Pedir que exista regulación y que se sancionen estas actividades –como lo hizo el cantante Gian Marco– no es ninguna pataleta. Es un derecho de cualquier ciudadano y, además, es lo sensato.
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