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Opinión

Mi amigo Cesáreo nació en Cajamarca. Su padre era comerciante y de él aprendió el arte de las ventas cuando le dieron, a los ocho años, un puñado de caramelos para que aprendiera a conseguir su propio dinero.

Nano Guerra García,Opina.21
nano@somosempresa.com.pe

Mi amigo Cesáreo nació en Cajamarca. Su padre era comerciante y de él aprendió el arte de las ventas cuando le dieron, a los ocho años, un puñado de caramelos para que aprendiera a conseguir su propio dinero.

Al llegar a la adolescencia, fue enviado con su hermano mayor a Chiclayo. Allí trabajó con unos tíos que vieron su empuje y tesón. “Pelábamos pollos todo el día hasta caer rendidos”, me dice.

Después de un tiempo compraron pollos por su cuenta. Luego, un puesto y, más adelante, algunos sacos de azúcar que también empezaron a distribuir financiando a agricultores e, incluso, comprando algunas tierras. Todo esto gracias a la fuerza emprendedora que los caracterizó desde niños.

Hoy, él y sus hermanos tienen varios negocios de distribución y comercialización en Chiclayo, y piensan seguir creciendo en el norte del país.

Se los cuento como homenaje a los miles de cajamarquinos que hoy, curiosamente, representan el empuje emprendedor de esta ahora imponente ciudad.


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