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Julio, de 13 años, les dice a sus padres: “¿Por qué me dejaron llevar mi Nintendo DS (juego electrónico) a Disney?”. Los padres no supieron qué responder.

Lucía de Althaus,Opina.21
www.parentalidad.pe

Julio, de 13 años, les dice a sus padres: “¿Por qué me dejaron llevar mi Nintendo DS (juego electrónico) a Disney?”. Los padres no supieron qué responder. Sesiones antes, esta pareja conversaba conmigo sobre su preocupación respecto a que su hijo se esté volviendo adicto a los videojuegos, buscando conmigo estrategias para ayudarlo. Luego, con el manifiesto de su propio hijo, entendimos que el sumergirse en el mundo electrónico obsesivamente es –entre otras cosas– una forma inconsciente de reclamarles a sus padres que reaccionen y le impongan un límite que lo organice. Pero ya era tarde, Julio no disfrutó el mágico mundo de Disney.

¿En qué momento hemos empezado a tenerles miedo a nuestros propios hijos? Es evidente que estos sobreprotectores padres temen tanto la reacción de su hijo que no lo limitan, o tienen la errónea idea de que consintiéndolo así conseguirán que él los quiera más. Julio ha sido más inteligente que ellos, y ha tenido que cuestionar la poca capacidad que tienen sus padres de enfrentarse a él y educarlo. Los chicos no agradecen el exceso, sino el buen criterio en los límites.


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