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Opinión

No hay verdades comprobadas, pero sí hay mentiras evidentes. Una de esas mentiras es la que nos dice que el camino escogido por el Perú es el correcto. Para ello citan cifras, hablan de un ensanchamiento de la clase media –que suena a milagro que no todos podemos apreciar– y tratan de desprestigiar otras experiencias regionales que no comulgan con las verdades aparentemente inapelables que divulga la prensa local.

Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com

Se crea así un clima de autosatisfacción que aborta en su nacimiento cualquier juicio crítico y erosiona las posibilidades de crear alternativas superadoras del modelo actual. El encarnizamiento con los modelos alternativos indica un temor casi paranoico a toda inquietud que no se ajuste a los parámetros establecidos por los políticos, empresarios y periodistas del tinglado neoliberal.

En Colombia, en una postura delirante, Uribe –cuyo prontuario es más siniestro de lo que los ciudadanos conocen– acusa a Santos, presidente ultraliberal, de populista y chavista. Aquí ocurre lo mismo con cualquier objetor que, además, recibirá el calificativo, otrora usado en Francia para la izquierda, de ‘caviar’.

Es el reino de la estupidez, y no sería peligroso si ella no nos condujera a posturas cerradas dentro de una democracia que carece de instituciones y cuyos partidos políticos no pasan de ser círculos circunstanciales agrupados en torno a una coyuntura electoral. Hacer el elogio de una democracia así es encomiar el camino hacia una dependencia absoluta de la coyuntura. Con el agregado de que esa coyuntura –que se avizora inestable para los próximos años– nos conduzca al género de democracia autoritaria que muchos anhelan pero que pocos, por el momento, se atreven a admitir públicamente.


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