Oswaldo Reynoso,Escritor
Autor: Carolina Moreno
smoreno@peru21.com
Nos recibe en su casa de Jesús María, por donde han pasado decenas de jóvenes escritores en busca de su consejo. Justamente por ser una leyenda viva de las letras, su obra será materia de estudio, mañana y este sábado, en el congreso ‘Los universos narrativos de Oswaldo Reynoso’, en la Academia Peruana de la Lengua.
Se dice que hoy el Perú vive una crisis de la lectura. ¿Cómo ve esta situación?
Yo no sería tan enfático en decir que en el Perú hay una crisis de la lectura, porque si la gente no leyera, no habría piratas. Lo que sucede es que muchas editoriales ponen precios altos para sus libros, de tal manera que un libro de una editorial grande llega a costar 50 o 60 soles. Por eso, hace unos años yo llegué a la conclusión de que la única forma de destruir a la piratería era autopiraterándose.
¿Y usted se autopiratea?
Me pirateo. He suscrito un convenio con la editorial San Marcos, que me permite poner mis libros a la venta a precios bajos y de buena calidad. Y en vez de comprar un libro pirata, mal impreso, con pésimo papel, con una tinta que se borra, la gente va a preferir un libro bien editado y a un precio accesible. Ahora, dicen que en el Perú no se lee, pero ¿qué entendemos por leer? Yo subo a un taxi y el taxista está leyendo un periódico. ¿A qué nos referimos con que “en el Perú no se lee”? Creo que podemos referirnos a que en el Perú no se lee buena literatura. No se leen buenos libros.
A propósito, usted dice que le molesta la “literatura basura”. ¿A qué se refiere con eso?
En realidad la palabra ‘literatura’ está mal puesta allí. Simplemente son libros basura. Porque en ellos no hay un trabajo artístico del lenguaje, porque se banalizan problemas fundamentales. Eso que no quiere decir que yo esté en contra de una literatura de divertimento, que es diferente. Un tema puede ser tratado en una forma profunda y también en forma de divertimento, pero de ninguna manera banalizarlo.
¿Y cree que en el Perú se dan estos casos?
Por supuesto. Ocurre con los libros usualmente difundidos por los grandes canales. Acabo de estar en la feria de Nuevo Chimbote y uno de los libros más vendidos en los dos días en los que estuve fue el de una vedette. He revisado el libro y dice tontería y media.
¿Qué cree que debe tener una publicación para que sea considerada como buena literatura?
Si nos referimos a una obra literaria, pues la expresión artística. El lenguaje es un medio para crear belleza. A eso me refiero. Y, además, debe tocar temas de fondo, que conmuevan.
Mario Vargas Llosa siempre alude al temor por las nuevas tecnologías, que podrían destruir la literatura. ¿Usted qué opina al respecto?
Precisamente hace poco se presentó el libro digital del poemario de Doris Moromisato, ‘Diario de la mujer esponja’. Allí se explicó lo que era el libro digital y sus ventajas. Luego yo tuve que presentar el libro impreso y la propuesta que hice fue la siguiente: que son dos caminos que no entran en contradicción. Y no entran en contradicción porque, además de la utilidad del libro digital, a mí me gusta tener en mi estante un libro que sea un objeto de arte. No solo por el contenido, sino también por la forma.
Muchos escritores jóvenes recurren a usted por consejo. ¿Qué es lo que les recomienda a quienes recién emprenden un camino en la literatura?
Hoy aparecen muchos talleres de narrativa en que se enseña cómo escribir un cuento o una novela, pero lo que hacen es dar fórmulas y recetas. Que el cuento policial se inicia así y tiene que terminar asá… es decir, como recetas de cocina. Pero la literatura no es cuestión de recetas. Si así fuera, no habría un avance en el desarrollo de la narrativa. Toda auténtica narrativa es un paso más. La creación es un riesgo por nuevas formas para que el escritor encuentre lo que quiere expresar. Si vamos a recurrir a las fórmulas, todo se va a congelar. Yo a esos talleres los llamo ‘grilletes de la imaginación’.
Pero usted también ha dictado talleres. ¿Cómo los maneja?
Para mí lo fundamental está en la corrección. Si se habla de inspiración, la inspiración viene con la corrección. ¿Qué significa la corrección? Pues trabajar el lenguaje desde un punto de vista estético. La imagen sonora de nuestro idioma es una imagen sonora grave. Por lo tanto, un creador de literatura debe saber manejar esta naturaleza hermosa de nuestro idioma, que es la gravedad. No se trata solo de poner una palabra detrás de otra. Se trata de que cada palabra tenga su matiz. Hay que saber manejar la palabra en un sentido poético.
Solo publicó un poemario, ‘Luzbel’. ¿Por qué no siguió creando más poesía?
No diría que es el único poemario que escribí, porque yo he aplicado poesía en toda mi prosa. Mi prosa es poética. Por ejemplo, en mi libro ‘Los inocentes’ se dice “el semáforo es caramelo de menta: ‘exquisitamenta’. Ahora, rojo: bola de billar suspendida en el aire”. Eso puede ser parte de un verso, pero está en la prosa. Ahí puedes ver que no he dejado la poesía. No se acabó con ‘Luzbel’ y no se acabará. Y en el próximo libro que voy a publicar sigue la imagen. “Los altos y espigados vasos relucían en ese mediodía de claridad arequipeña, y libábamos gozosos el pisco de las uvas ardientes del Valle de Majes, que durante meses había macerado damascos dorados y tunas verdes”.
¿Qué libro está preparando?
Por el momento tiene el nombre de ‘Arequipa, lámpara incandescente’. Se publicará a fines de este año o a principios del próximo con la editorial San Marcos y Estruendomudo.
También estaba escribiendo un libro titulado ‘Huamanga y Huamanga’. ¿Qué pasó con él?
Yo estuve en Huamanga los primeros años del 70. Mi intención era hablar de Huamanga antes de Sendero Luminoso, pero no he podido terminarlo porque no soy un escritor que planifica. Hay narradores que planifican la estructura de toda una gran novela, como Vargas Llosa, que es un arquitecto de la novela. Pero hay otro tipo de escritores que tienen las pulsaciones de un poeta, más que de un prosista. Entonces he hecho varios planes para escribir novelas y no ha resultado. En cambio, cuando empiezo a escribir, sale, porque para mí la creación es riesgo, es aventura, sin plano, sin mapa.
Su libro ‘Los inocentes’ fue considerado transgresor para la época (1961). ¿Cómo surge este relato?
Considero que un creador tiene dos fuentes: su experiencia vivencial o personal, y la tenencia cultural. Estas dos experiencias se juntan y viene la creación de una obra. Ahora, hay autores que dan mayor importancia a su experiencia cultural, como el caso de Borges, y hay otros que dan mayor importancia a su experiencia vital como el caso de Arguedas.
¿De cuál de sus libros se siente más orgulloso, más conforme?
De todos. Porque creo que en toda mi vida he escrito un solo libro, con diferentes títulos y diferentes personajes. Todos se relacionan. Algunos amigos han advertido que en toda mi creación literaria repito un tópico, pero yo considero que es más un leitmotiv, un tema característico que se repite. Proust anota que el leitmotiv de Dostoievski es el conflicto entre el bien y el mal, cuyo clímax estalla en ambientes subterráneos y tenebroso. ¿Cuál sería el leitmotiv de toda mi obra narrativa? La culpa.
Usted vivió muchos años en China. ¿Uno puede llegar a escribir naturalmente sobre un espacio que no es el suyo?
Sí. El que quiere escribir, escribe en cualquier sitio. No es necesario irse al extranjero o meterse en algún sitio para poder escribir.
Casi al final de ‘Los eunucos inmortales’, un personaje dice “la vida sin libertad no solo es fea, sino sucia”.
Sí, porque el valor supremo del hombre es la libertad.
¿Es una crítica al socialismo?
No, porque lo que ha habido en la Unión Soviética, en los países del oriente de Europa y China han sido experimentos socialistas, no socialismo. Han sido experimentos que han durado pocos años, pocas décadas. El capitalismo como sistema ya va a tener más de tres siglos. La aplicación del socialismo en la sociedad humana apenas tiene tres, cuatro, cinco décadas y eso ha derivado en otras situaciones. Pero esto no quiere decir que el socialismo haya sido derrotado. Hoy tiene más vigencia que nunca.
AUTOFICHA
- Nací en la ciudad de Arequipa. Viví 12 años en China, país que inspiró dos de mis obras literarias: Los eunucos inmortales y En busca de Aladino.
- En mi vida he escrito un solo libro, con diferentes títulos y personajes que se relacionan. Y hay un leitmotiv: la culpa.
- Un creador tiene dos fuentes: su experiencia personal y la tenencia cultural. Cuando estas dos se juntan, viene la creación de una obra literaria.
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