Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com
Afectos que llevaban a repensarnos dentro de un mundo donde nuestras reacciones más elementales debían armonizar con un inmenso arcoíris de interpretaciones. Desde entonces, suelo preguntarme cómo vivirán esos ‘otros’ la prepotencia y el materialismo sin control del Occidente industrializado. Cómo vivirán las contradicciones y engaños que suele enarbolar su prensa. Cómo las acusaciones a otros de sus propios pecados.
El caso de Siria es solo uno más pero volvió a sumergirme en mis viejas cavilaciones. Me hizo recordar, por ejemplo, palabras bárbaras y criminales como estas: “No entiendo esas reticencias a la utilización del gas (mostaza). Estoy totalmente a favor de la utilización de gas tóxico contra las tribus salvajes. El efecto moral será bueno. Se difundirá un terror vivaz”. No pertenecen a Saddam, ni a Gadafi, ni a Bashar al Assad, ni siquiera a Hitler. Quien las pronunció fue el mismo que llamó a Gandhi “ese faquir desnudo” y que Occidente venera como un adalid del mundo libre: Sir Winston Churchill. Se referían a los rebeldes kurdos y fueron pronunciadas un año después de la firma del Protocolo de Ginebra que prohibía “usar en la guerra gases asfixiantes, tóxicos o similares y medios bacteriológicos”. ¿Cómo vivirán las culturas afectadas la condena al uso de armas químicas por parte de quienes las fabrican, las venden y las han usado en repetidas oportunidades? ¿Es posible construir una paz estable en medio de tanta basura? ¿Es posible siquiera intentarlo cuando la guerra sigue siendo un negocio?
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