Lucía de Althaus,Opina.21
parentalidad.pe
Soy de esas madres que decían: “No, mi hija nunca me va a hacer sentir mal, tenemos una excelente relación y ella es tan dulce!”. Hasta el otro día, en que le negué un helado a la salida del colegio y ella me respondió realmente molesta: “¡Eres mala, no quiero que me hables ni quiero estar contigo hoy!”. Me mantuve firme en mi decisión, y tratando de no demostrar el dolor que causaron sus palabras, le dije: “Ok, no hay problema”. De pronto comprendí la frase: “No importa lo que hagas, tus hijos siempre te van a echar la culpa”.
En muchas ocasiones va a ser así y no está mal. Somos las personas mas sólidas en sus vidas en las que pueden depositar todas sus frustraciones, pues los vamos a seguir queriendo. Aunque suene injusto, parte de nuestra función materna es aprender a recibir no solo las expresiones de amor, sino también las de odio. No desmoronarnos y sobrevivir a esas agresiones es lo que los ayuda a formarse, enseña que los sentimientos negativos son parte de la vida y que solo hay que aprender a sobreponerse a ellos.
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