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"Aun siendo mayor se puede alcanzar muchas cumbres"

“Nací montañista aunque toda mi vida haya trabajado de tapicero”, nos dice Carlos Soria quien, a sus 73 años, ha escalado los picos más altos del mundo.

Foto: Rafael Cornejo.
Foto: Rafael Cornejo.

Carlos Soria,Montañista
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

Ha subido 11 de los picos más altos del mundo (incluido el Everest), y nueve de ellos después de cumplir los 60 años. Ha alcanzado las cumbres de las siete montañas más altas de los siete continentes, y hoy, a sus 73 años, no abandona su pasión: el montañismo. Estuvo en Lima, invitado por el BBVA, para dictar una charla sobre el valor del esfuerzo y de la perseverancia.

Nació en plena Guerra Civil Española. ¿Cuánto le afectó esta circunstancia?
La posguerra fue bestial. Yo era un niño pobre que vivía en una casa sin agua. Durante muchos años iba a una fuente a recogerla, hacía horas de cola… y vivía en pleno Madrid. Solo fui al colegio hasta los 11 años pues tuve que ponerme a trabajar de encuadernador. He vuelto a las aulas para llevar algunos cursos… poca cosa. No hablo inglés, una cosa terrible, que me llena de rabia pues, como viajo mucho, me resulta difícil comunicarme con los demás. ¡Las cosas que me perderé!

¿Cómo nació su afición por el montañismo?
Siempre me gustó la naturaleza. Cuando regresaba a Ávila, mi pueblo, me gustaba ir a los ríos, a los arroyos, trepaba montañas, etcétera. A los 14 años, cuando ya trabajaba, nos prestaron una lona y, con ella, nos hicimos una tiendecita de campaña –que nos daba vergüenza– y nos fuimos 15 días a las montañas de Guadarrama. Cuando viví esto me dije: “Esto es lo mío”. Nunca he sido un profesional de la montaña y siento que, aun hoy, sigo aprendiendo. Aprendo rápidamente porque el montañismo es lo que más me interesa. Pero, claro, hoy también tengo cosas que enseñar (ríe).

Digamos que su vocación supo vencer las penurias…
Cuando empecé, España era muy pobre, no había nada, estábamos en la prehistoria del montañismo. Escalábamos con cuerdas de cáñamo, con ropa y zapatos de aviación comprada de segunda mano, mis pantalones de pana eran de unas cortinas viejas. A los 23 años hice mi primera ascensión de gran dificultad en los Alpes.

¿Qué siente al alcanzar una cumbre?
Lo único que quiero hacer es bajar (risas). Porque muchas tienen más de 8 mil metros, y el ser humano no puede vivir allí. Además, el descenso es más peligroso que el ascenso. Uno llega, se hace dos fotos y sale corriendo. Pero el montañismo no es solo alcanzar una cumbre, es conocer el mundo, porque escalar hasta lo hacen los monos. Mírame: a aquel chaval que se fue a Guadarrama con una lona, ¿quién le iba a decir que años después iba a escalar montañas por todo el mundo? Uno de mis proyectos fue subir las siete cumbres más altas de los siete continentes y lo logré.

Hacer montañismo, entonces, es una experiencia completa…
Claro. Es convivir con la gente, conocerla, admirar paisajes. Llegar a la cumbre está muy bien, para eso vamos, pues nos gusta la aventura, pero eso no es todo. También hay que respetar a la gente de la montaña. Por ejemplo, en Huaraz he conocido el trabajo de los italianos en Don Bosco. En 1973, en el Himalaya, fui al Manaslu, donde hay un pueblo que es una preciosidad. Me acompañaban unos franceses. Hicimos vida de comunidad, pero no pude alcanzar la cumbre. Recién lo hice 37 años después, en 2010. Volví al monasterio que conocí en los 70, llevé ropa, frazadas, conviví con el hijo del lama que nos recibió aquella vez y me sentí feliz. Al lado de esto, llegar a la cumbre es poca cosa.

Entonces, alcanzar tantas cumbres lo han hecho un hombre más sensible y un ególatra…
Así es. Sería ridículo acrecentar mi ego. Yo soy un ancianito que tiene aún un poco de fuerza. Yo me llevo muy bien con los jóvenes montañistas y soy muy respetado por ellos, precisamente porque no hago tonterías.

¿Cómo fue su experiencia en el monte Everest?
Sentí mucha satisfacción porque me costó mucho esfuerzo pues llegué solo a la cumbre a pesar de que tenía unos sherpas (pobladores de las zonas montañosas de Nepal que ayudan a los montañistas del mundo a alcanzar estas cumbres) muy buenos. Y, más que de la cumbre, disfruté del amanecer del Everest, algo impresionante. Desde allí, el mundo es oscuro, con las puntas de las montañas clareando y con una luz en el horizonte: impresionante. Pero, lo confieso, más disfruté subir al Manaslu. Allí, los dioses me ayudaron a llegar.

¿Es verdad que bajar es más complicado que subir?
Es verdad y, lo peor, a muchos se les olvida (ríe). Gastan toda su energía en subir, pero no recuerdan que hay que tener la cabeza despejada para bajar.

Si el montañismo es peligroso, ¿por qué persiste?
Porque me gusta. No lo hago ni por dinero ni por fama. Yo nací montañista aunque toda mi vida haya trabajado de tapicero. Lo que quiero decirle a la gente es que, aun con mucha edad, se pueden alcanzar muchas metas, muchas cumbres. ¿Soy un ejemplo? Sí, a mi edad nadie ha hecho lo que yo hice.

AUTOFICHA

- Nací en Ávila, en 1939, en plena Guerra Civil Española –mi padre era republicano–, pero he vivido siempre en Madrid. Fui tapicero y encuadernador. Estoy jubilado.

- Hasta el momento he subido once montañas con más de 8 mil metros. También he escalado las siete cumbres más altas de los siete continentes.

- España no es muy alta, pero es muy montañosa. Madrid está en un sitio privilegiado pues hasta esquí se puede hacer en invierno y a solo 45 minutos de distancia.


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