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Opinión

El 8 de noviembre se iniciará la extracción de las barras de combustible del reactor nuclear de Fukushima. Dicho así suena sencillo. Explicado resulta casi incomprensible para quienes poco o nada sabemos sobre energía nuclear.

Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com

Lo cierto es que –según quienes sí saben– esta operación puede tener “consecuencias potencialmente apocalípticas”. La extracción de 1,300 barras de combustible gastado, en caso de un mínimo accidente, puede generar una radiación equivalente a 14,000 bombas de Hiroshima. Son muchos quienes han hecho sonar la alarma sobre los riesgos de esta operación. Un ingeniero nuclear de EE.UU. advierte que “van a tener dificultades para extraer una cantidad significativa de barras” y que “llegar a la conclusión de que todo irá bien es un verdadero salto de lógica”. Los datos que agrega sobre la operación no cabrían en esta columna, pero suenan aterradores para una humanidad que solo podría contemplar impotente cómo la radiación letal llega al aire y al océano. Un activista antinuclear señaló: “Las barras de combustible gastado deben mantenerse frías. Si se exponen al aire, sus revestimientos de aleación de zirconio comenzarán a arder, las barras se quemarán y emitirán inmensas cantidades de radiación. Si las barras se tocan, o si cayeran en un montón suficientemente grande, es posible que exploten”. Por todo esto, la operación del 8/11 podría ser considerada como la tarea de ingeniería más peligrosa jamás emprendida y debería ser realizada por los mejores científicos e ingenieros del mundo, con acceso a todos los fondos necesarios. Ese día los ojos de quienes han recibido información adecuada estarán enfocados en Fukushima, mientras políticos, economistas y periodistas siguen absorbidos por las banalidades habituales.


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