Carlos Tapia,Opina.21
ctapia@peru21.com
Al comienzo del rollo sobre Ecoteva y las atolondradas e inconexas explicaciones ofrecidas por el expresidente Alejandro Toledo ante la Comisión de Fiscalización del Congreso, nos daba la impresión de una persona que de verdad no conocía mucho del tema. O que la información obtenida era reciente y que no había tenido tiempo de revisarla para poder sostener su inocencia. “Es que es un desordenado”, fue uno de los argumentos que entre corrillos murmuraban sus seguidores.
Pero, como aquellos pescados atrapados entre las redes, cuanto mayor esfuerzo hacía por alejarse de Ecoteva, más se enredaba. Ahora ya no servía el “yo conozco a mis pescados”, frase lanzada para referirse a los políticos adversarios en plena caída de popularidad en el 2003 y aprendida en el puerto de Chimbote cuando era joven. Y tampoco el “soy feo pero no tonto”, que debería ser ahora motivo de un autoanálisis profundo. Lo cierto es que parece un nadador acalambrado en medio del mar movido de la política, y no tiene ya de dónde agarrarse.
Qué solo y acorralado se debe sentir cuando, contestando una llamada de un periodista de El Comercio, su voz inconfundible lo delató a pesar del “no está… está en una reunión de su facultad”.
Las investigaciones de la Unidad de Inteligencia Financiera que lo comprometen, como las declaraciones del fiscal de la Nación desde Costa Rica y el posible pedido de la Comisión de Fiscalización para que declare otra vez, no han hecho más que ajustar las redes en las que se encuentra atrapado el expresidente.
Sea cual fuese el curso penal de la investigación, pocos son los que dudan que el expresidente “ya fue”. Hasta aquí llegó. Supo cabrear la falsificación de firmas y se enfrentó a la re-reelección de Fujimori, pero ahora terminó su carrera política.
Antes de su retiro debiera decir la verdad y recobrar la dignidad de un expresidente.
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