Roberto Lerner,Espacio de crianza
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Aparecieron hace 250,000 años. Inteligentes, cazadores en grupo de animales grandes, utilizaban pieles para defenderse del frío y fabricaban herramientas para lograr sus objetivos. Ocasionalmente enterraban a sus muertos y también, a veces, se adornaban. A pesar de todo lo anterior y de tener un cerebro más grande que el nuestro, los Neardenthals desaparecieron hace, más o menos, 30,000 años.
Es que eran muy serios.
Análisis hechos recientemente sobre sus restos muestran que, muy rápidamente, luego del nacimiento, sus cuerpos, incluido el cerebro, eran como los de sus mayores. También sus comportamientos. En otras palabras, al cabo de una niñez muy corta, ingresaban en el mercado de trabajo.
Nosotros, que aparecimos más o menos por la misma época, seguimos, para bien y para mal, en este planeta. Pero nos la pasábamos mucho tiempo ociosos, observando a los adultos mientras nuestros organismos maduraban lentamente, jugando a las chapadas, fastidiándonos, imaginando tontería y media, bromeando, actuando, mientras los grandes se ocupaban de criarnos y alimentarnos.
Quizá por eso es que seguimos presentes, gracias al espacio lúdico, a la curiosidad ociosa, al tiempo de observación e imitación, que convierte a nuestras mentes en un escenario de lo imposible, de lo ideal, de lo ridículo, pero también en instrumento de invención, transformación, arte y ciencia.
Es bueno recordarlo ahora que estamos obsesionados con acortar la niñez, lograr que los niños se pongan serios lo antes posible, que se dejen de tonterías pronto, que se preparen para futuras selecciones de personal… como los Neardenthals.
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