Juan Carlos Fangacio
jfangacio@peru21.com
Decir que el concierto de New Order en Lima fue histórico no es un cliché más. Porque verlos sobre el escenario es como darle un repaso a varios capítulos de una enciclopedia del rock y el pop. Es estudiar su música, el nacimiento de un estilo, la huella de la tragedia, y la transformación que, en su caso, aunque parece radical –de Joy Division al nuevo orden–, se dio como una evolución natural y perfecta.
Y es así como ese trozo de historia llegó a Lima, remontándose al post punk de fines de los 70, cuando al mando de Ian Curtis, los chicos de Manchester producían una música sombría, cáustica, en blanco y negro como las fotos que todos recordamos de ellos, y que anoche reverenciamos en pantalla gigante.
Y también es rememorar que, tras la muerte de su líder, decidieron dar ese giro maravilloso hacia el new wave y el uso de la electrónica en formas nunca antes vistas. Allí está Ceremony, por ejemplo, ese símbolo de la transición post punk/new wave que en Lima sonó como una ensoñación, una melodía que cruza los aires y el tiempo de forma sutil, pero repleta de recuerdos y emociones.
Allí estaba también Bernard Sumner, el vocalista de inglés masticado, de enternecedor carisma –¡qué importa que nos haya confundido con Chile tres veces!–, el que puede hipnotizar con su virtuosa guitarra o simplemente dejarla a un lado para dar juveniles pasos de baile al ritmo de Bizarre Love Triangle y Blue Monday, esos hits que hemos escuchado hasta el hartazgo, pero que con extraordinario ímpetu parecen transportarnos a algún club mancuniano.
Y allí estaba Stephen Morris. Oh, por Dios, Stephen Morris. Larga vida al mejor baterista de los ochenta, que nos cautivó con su perfil bajo, su camiseta de la selección peruana, y sus lentes de apacible padre de familia. Porque nada de eso interfiere cuando toma la forma de Vishnu ante los tambores y se luce divinamente en temas como Age of Consent o la extraordinaria Transmission.
¿Qué más se puede decir de la belleza de Your Silent Face, de la energía disco de 5 8 6, o de la melancolía más pura que evoca Temptation? ¿Qué podemos hacer para no rendirnos ante la leyenda de Joy Division (muy bien utilizada en el tramo final del show) si hemos tenido la dicha de escuchar en vivo Atmosphere o Love Will Tear Us Apart?
“Forever Joy Division” era la frase que se proyectó como cierre del concierto, como para acrecentar el éxtasis y la nostalgia. Y el “Por siempre New Order” está implícito en la entrega de estos músicos fabulosos y vigentes, que (felizmente) no requieren el homenaje póstumo para elevarse como leyendas. New Order es el grito de vida y de alegría que tanto anhelábamos. Podemos darnos por servidos.
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